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Poesía

Poemas

R. L. Stevenson

26 abril, 2000 02:00

Traducción de Carlos Pujol. La Veleta. Granada, 2000. 259 páginas, 3.500 pesetas

La poesía de Robert Louis Stevenson (1850-1894) fue, durante mucho tiempo, la parte más desatendida de su obra, incluyendo el ensayo. Muchos la juzgan obra menor, sin serlo. Incluso en la célebre Literatura Inglesa de Mario Praz, la poesía de Stevenson solo merece, literalmente, tres líneas. El éxito del Stevenson narrador (especialmente después de La isla del Tesoro, de 1883) pudo en la práctica con todo. El propio Stevenson dijo: "Algo debo haber hecho mal o no habría llegado a ser tan popular". En vida solo alcanzó a publicar dos libros de versos, pero dejó abundantes inéditos: Jardín de niños y canciones en 1885 y Monte bajo en 1887. Un año después de su muerte apareció Canciones de viaje, acaso el más importante de esos libros. En 1918 salió -con el título de Nuevos poemas- una importante colección de inéditos. Poesía sencilla y cercana, en un estilo directo que tampoco desdeña lo literario (el adorno, el cuidado formal) la poesía de Stevenson, lejana al Simbolismo, está más cerca de la poesía realista y melancólica de otro autor, también conocido más habitualmente como novelista, Thomas Hardy.

Tres palabras -hondas en sí y hondas en Stevenson- pueden definir la poesía de nuestro poeta: Emoción, melancolía y alegría. Lo que Stevenson fue, esencialmente. Pese a la temprana enfermedad que lo fue minando, pese al tenaz sentimiento de que el tiempo, inmisericorde, lo destruye todo y a todos, Stevenson fue un hombre alegre. Y amó la vida y la juventud, porque entendió que solo los niños y los jóvenes -y quienes tomen su ejemplo- pueden llegar a la vitalidad de la alegría. Sin emoción -sin intensidad- no existe ningún poema que merezca ese nombre. Y, pese a todo, la melancolía -que a veces es dulce pero que concluye anegándolo todo- es la única realidad de nuestra vida, la señal de la pérdida... Probablemente los mejores poemas de Stevenson -los más hondos- están en sus dos últimos libros. Pero, sin duda, su poesía más original está en Jardín de niños y canciones. En poemas como "Sin compasión entramos en la noche" -de Canciones de viaje- o "A mis viejos amigos", del mismo libro, Stevenson conjuga admirablemente el sentimiento y la meditación con la hondura en ambos y la nitidez expresiva. Pero nos sorprenderán mucho más (porque es un modo infrecuente en la poesía) los poemas en que Stevenson adopta al hablar, con absoluta naturalidad, el punto de vista de un niño o de un joven muchacho. Así el poema "Paisaje de la colcha" dice cómo el niño que está malo se deleita jugando en la cama y vuelve valles los pliegues de la colcha y blancas colinas las sábanas. La mentalidad infantil que todo lo sueña, lo revive y lo transforma -"Mi cama es mi barca"- es la gran plasmación, natural y tranquila, de estos versos de Stevenson, dedicados a la extraña cotidianeidad del sueño. A mantener incólume la piratería de la imaginación. La quimera de la libertad, prestigio de los más jóvenes.

Que yo sepa, y en libro, la poesía de Stevenson ha sido antologada dos veces antes de ahora. Todas las ediciones, por cierto, son bilingöes. Javier Marías tradujo, con el título, De vuelta del mar, una selección publicada en 1980. José María álvarez, en Hiperión también, otra más amplia, con el título de Poemas, en 1994. Y ahora hace la suya (que amplía mucho la selección del primer libro, Jardín de niños y canciones) Carlos Pujol. La versión de Pujol suele ser fiel y suena bien. Respeta la esencia de la poesía. Parece que las anteriores, sin embargo, no le gustan demasiado, pues en su breve prólogo las alude sin nombre, finalizando con sensata modestia: "Cada traductor traduce y traiciona como puede o como quiere, desde luego con infinitas licencias que todos juzgamos imperdonables". El lector disfrutará, con todo, esta versión. No cabe ninguna duda.