Image: Rincones sucios

Image: Rincones sucios

Poesía

Rincones sucios

Carmen Jodra

16 diciembre, 2004 01:00

Carmen Jodra. Foto: Mercedes Rodríguez

Melibea.Talavera, 2004. 69 páginas, 5 euros

"Me duele vivir como una postura incómoda" escribió álvaro de Campos. Carmen Jodra podría citar ese lema al frente de su nuevo libro, tan esperado después del éxito, quizá algo excesivo, de Las moras agraces (1999), escrito y publicado antes de cumplir los veinte años.

RINCONES sucios carece del fácil encanto y el desparpajo adolescente del título anterior. Es posible por ello que desilusione a algunos lectores. A otros nos confirma la intuición de que nos hallamos ante una poeta de verdad, no ante los fuegos fatuos de un virtuosismo adolescente que se esfuma con la llegada de la madurez. En la solapa del volumen aparece una breve nota editorial que, contra lo que suele ser norma, no se pierde en vaguedades elogiosas, sino que constituye la más exacta síntesis del libro. Sin duda se debe a la autora, que demuestra en ella (como en sus poéticas para diversas antologías) una envidiable lucidez. Habla de "un libro asustado", escrito en los años "en que la adolescencia ya ha quedado atrás, pero lo que se suponía que uno tenía que encontrarse cuando saliera de ella, sigue sin aparecer por ningún sitio", un libro lleno de preguntas, quejas, asombros y contradicciones. "También es un libro impúdico y completamente heterogéneo en el que tienen cabida las transcripciones oníricas, el desencanto ante el mismo hecho literario, el juego pseudoculturalista y la ironía junto a la gravedad elegíaca; el filtro de la metáfora y los tarareos métricos al lado de la expresión directa que no pretende filtrar nada y que se sirve de fáciles versos blancos y de un lenguaje más que conversacional; y la simple captación fotográfica frente a la reflexión".

Heterogéneo y desigual resulta, sin duda, Rincones sucios. Hay en él apuntes que no acaban de cuajar, ironías que no llegan al lector, un deliberado deseo de no apabullar con virtuosismos culturalistas que la poe-ta considera demasiado fáciles. Pero hay también unos pocos espléndidos poemas. Los suficientes. Algunos parecen hechos de nada, meros apuntes -"expresión directa que no pretende filtrar nada", "simple captación fotográfica"-. Así el titulado "Impression du matin": "Cuánta belleza nos reserva el mundo./Ha helado ya sobre las hojas muertas./Hay una chica con una melena/lisa y rubia, larguísima,/y otra chica con su gloriosa mata/de pelo pelirrojo./El sol lanza chispazos sobre las hojas muertas./Cuánta belleza nos reserva el mundo". Alcanza en estos casos Carmen Jodra las más difícil maestría: la que abjura de su maestría.

Y tiene la fuerza de mostrar su debilidad, de no temer incurrir en la falacia patética: "Abrázame, que la vida me pesa/como si no me fuera a morir nunca". La ironía trata de compensar el desvalimiento que muestran tantos poemas. Ironía y feísmo hay en "Poema de resfriado"; ironía y pastiche clasicista en "Love Story", un grácil soneto con sorpresa final. Algo aturdida por el éxito de su primer libro -exagerado por unos y vuelto contra ella por otros-, Carmen Jodra ha querido bajar el tono de voz en su segunda entrega, camuflarla en una colección menor de las que no llegan a las librerías, ponerle un título poco atractivo. Como a Elfriede Jelinek, parece que le hace daño la atención ajena. "Soy una cosa triste y asustada", se define al comienzo de un poema.

Carmen Jodra no quiere estar ante las candilejas, no es una figura mediática. En "A song about myself", uno de los muchos dolientes autorretratos de Rincones sucios, escribe: "Hay que vivir, y hay que estar en el mundo./Pero pienso que nunca debería/sacarse a ciertos frágiles espíritus/al mundo y a la vida". Técnica y llanto, desolación e inteligencia, nadería y verdad encontramos en este libro. Carmen Jodra no es una estrella fugaz, ha venido a la poesía española para quedarse, para hacernos, con su fragilidad y su desvalimiento, más habitable el mundo.