Image: El engaño de los días

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Poesía

El engaño de los días

Dionisia García

11 mayo, 2006 02:00

Dionisia García

Tusquets. Barcelona, 2006. 166 páginas, 14 euros

Aunque Dionisia García empezó a escribir versos y relatos en la adolescencia, confiesa que "mi implacable autocrítica me impedía publicar nada. Casi todo lo que escribí en esa época lo destruí". En El vaho en los espejos inició "una mirada humanista que tiene una fuerte presencia en la tercera parte de El engaño de los días". Vitalista y jovial, la autora confiesa que en su poesía "hay un horizonte que dice que no todo está perdido".

Con la publicación de El engaño de los días cumple Dionisia García (Fuente-álamo, Albacete, 1929) 30 años de poesía: no fue hasta los 47 años, una edad en la que muchos han abandonado o logrado sus máximos, cuando se dio a conocer con El vaho en los espejos, un libro en que se establecían ya la visión madura y los rasgos esenciales de su poética.

Ahora, ocho libros después y en una senectud sólo cronológica, la poeta ha depurado su palabra, ha interiorizado sus estímulos culturalistas y se sitúa, tras el recuento vital de Lugares de paso (1999), en el territorio de su presente, el mejor de los tiempos de su cantar.

A vueltas con los días engañosos, la autora combina aquí varias perspectivas temporales: el papel de la memoria en la conciencia del presente (eje de "Frente al invierno", primera de las tres partes del libro), la percepción sensible y sentimental de las estaciones en la plenitud de una naturaleza armónica y la indagación en la precariedad que la edad impone (en "La cierta referencia"), y la conciencia histórica de la realidad inmediata, con su violencia y la parte de responsabilidad de cada ciudadano, pero apostando por la dignidad de la resistencia vitalista (en "A pesar de las ruinas").

Estos títulos reflejan con claridad el sentido de un libro que constituye un ejemplo plausible de afirmación existencial. La escritura siempre directa y musical, con sugerentes imágenes y una dicción que no busca fulguraciones novedosas se acoge a una línea elegíaca que es la que mejor le conviene. Desde esta perspectiva de queja y afirmación aborda a lo largo de 72 poemas ese conglomerado que integra la composición de lugar de un envejecer resistente. "Eres cuanto recuerdas": se asume lo vivido en sucesivas evocaciones ("Recordatorios") y en un inevitable Ubi sunt?, se constatan los presagios de la muerte o se reflexiona sobre una anécdota o una presencia. Sin embargo, por encima de las ruinas del mundo que se vivió y de cuanto de doloroso nos impone el conocimiento de lo que pasa en la calle, la poeta insiste en el sentimiento de fusión con la naturaleza simbolizada en un mar misterioso y ambivalente. Lo mejor de estos poemas es precisamente su capacidad de convertir lo sensorial en sorpresa, en constancia trascendente, el efecto de espontaneidad con que se apostrofa al Tiempo, la sencillez con que se expresa la plenitud del amor maduro: "No se sabe hasta cuándo/ esta fiesta secreta/ de los canosos años". Y, sobre todo, el "canto necesario", sin el refugio en la trascendencia, a la "Válida realidad": "Para nosotros sólo el hermoso momento/ que con su luz escapa".