Kitab, el libro de libros de Adonis
Adonis
14 septiembre, 2006 02:00Adonis. Dibujo de Grau Santos
Dos poetas representativos de grandes culturas han quedado finalistas en los últimos años en el Nobel de Literatura. El primero es el coreano Ko Un; el segundo, es el sirio Adonis. Ambos son grandes poetas, no por esta circunstancia noticiosa sino porque tienen tras de sí una obra amplia, de muchos registros expresivos, porque representan a culturas de muchos lectores y por la originalidad sin fisuras de sus Poéticas. En España ha sido más difundida la obra de Adonis que la de Ko Un. Del poeta sirio se han publicado aquí una docena de volúmenes, siendo los últimos Singulares y el que hoy comentamos, Kitab, El Libro (I), primera entrega de una trilogía.No sabríamos cómo definir esta extensísima obra, que, de entrada, debiéramos considerar como un libro de libros. También podríamos hablar de epopeya lírica, aunque no acertaríamos con la definición, pues siendo importante en este libro la Historia -sobre todo la de los siglos VI y VII del Islam-, siempre es la fuerte y caudalosa poesía lo prioritario en él. El lector que se aproxime a esta aventura creativa tiene la suerte de abordarla con seguridad gracias al estudio previo de Federico Arbós, que además es el autor de la laboriosa traducción, del interesantísimo glosario final de poetas, califas y lugares reales o fabulosos, y de las notas. En dicho estudio se proporciona al lector una guía minuciosa para acceder al texto y, por ello, no entraremos en su compleja estructura formal; la cual consta de un primer bloque de diez capítulos que, a su vez, llevan en sus amplias páginas tres bloques de textos -dos poemáticos, uno de notas y un cuarto de codas también poéticas-, además de otras secciones con poemas en verso o en prosa y con notas marginales. Versos bilingöes que "fingen" la autobiografía de otro poeta, Al-Mutanabbi, poemas-homenajes a poetas árabes clásicos y grafías del alfabeto árabe son textos complementarios de los centrales.
En este libro de libros se tensan y debaten dos mundos: el histórico y el ahistórico, el de la realidad y el del sueño. Esta lucha extremada es constante, se expresa nítida en cada página. En ésta, lo que podríamos reconocer como un poema-crónica va al lado de lo que llamaríamos un poema emocional, de las notas y de esos breves poemas finales que -por su extremada pureza- acaso sean la esencia del libro. Habla Arbós de dos posibles lecturas: una, la progresiva, página a página; otra, la cambiante y cruzada, que el lector entenderá si recuerda la lectura que Cortázar proponía en su Rayuela. A estas dos lecturas yo añadiría otras dos: la que atiende a la poesía-poesía de los textos, y la simple lectura de esos breves y puros poemas finales de las codas, los cuales -por su sabia abstracción- podrían ser abordados a la manera del I Ching, como un arte de adivinación.
Estamos ante un libro inusual, ante una obra proyectada y elaborada con meticulosidad de relojería, pero con la libertad torrencial y la inspiración que sólo puede llevar a buen término un poeta de la estirpe de Adonis. Me refiero no sólo al don de su fertilidad sino también a que es hijo de una tradición -la de la poesía árabe de todos los tiempos- a la que él no puede ser ajeno. En El Libro crea un mundo que no sólo es el resultado de un "proyecto" sino que también forma parte esencial de su proceso existencial. Editorial y traductor han dado un gran paso para reconciliarnos con la poesía de altos vuelos, ésa que no admite engaños.
[Por qué mis ojos...]
¿Por qué mis ojos no ven sino el éufrates?
¿Quizá por ser el idioma del polvo,
cuyas letras son hierbas y flores?
¿Quizá porque es el útero de la amistad,
donde el contrario encuentra siempre a su contrario?
¿Quizá porque es la entraña de la Naturaleza
donde las aldeas se inclinan sobre las aldeas
y las frondas sobre las frondas?
La tierra duerme en sus escombros
y el tiempo se hunde en el letargo.
¿Por qué mis ojos no ven sino el éufrates?
I
De la parte de Damasco y de Bagdad
soplan vientos sin polen ni semilla.
El fruto, áspero como la arena,
ante el árbol del tiempo cae de rodillas.
Sangre del paisaje son los vientos.