Image: (Carver entre) Todos nosotros

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Poesía

(Carver entre) Todos nosotros

Raymond Carver

12 octubre, 2006 02:00

Raymond Carver. Foto: Archivo

Traducción de Jaime Priede. Bartleby. Madrid, 2006. 260 páginas, 17 euros.

Conocíamos entregas parciales de la obra del poeta y narrador norteamericano Raymond Carver (1939-1988). Entre ellas, alguno de sus libros de relatos y los dos poemarios publicados por Visor. Ahora, el lector español tiene la posibilidad de acceder a la poesía completa de este sugestivo y valioso poeta, publicada con anterioridad en Londres (All of Us, 1996). Salvo alguna entrega muy leve, cuatro son los libros de poemas que escribiera: Incendios, Donde el agua se une a otras aguas (el agua del río junto al cual fue pescador de peces y de poemas, el que se unía al mar), Ultramar y Un sendero nuevo a la cascada. Lleva esta entrega total de su poesía dos prólogos, uno del fiel traductor y otro de la mujer de Carver, Tess Gallagher, de la que esta misma editorial ha editado un poemario -El puente que cruza la luna, en traducción de Eduardo Moga-, que es un sentido y muy revelador homenaje precisamente a la figura de su marido.

Leyendo los poemas de Carver -reparando en la claridad impresionista de los mismos- no he tenido por menos que recordar la poesía de otro compatriota suyo, el poeta Kenneth Rexroth, aunque el marcado realismo de Carver parezca estar lejos del lirismo atmosférico y trascendental de Rexroth. Aunque en ambos poetas hay un estatismo de palabras e imágenes que los aproximan, el realismo, el carácter narrativo de sus versos, la naturalidad expresiva y el coloquialismo de Carver, lo distinguen del poeta mentor de la generación Beat.

La mayoría de los poemas de Carver parten de una anécdota o circunstancia de la realidad doméstica. A veces, incluso una sola palabra desencadena el poema, que se cierra con ironía, humor o gravedad. En ocasiones, esa palabra le da una dimensión lírica al texto -así en el poema "Colibrí", o en los que dedica a otros animales, como el perro, el cuervo o los peces-, pero lo normal es que sea una palabra de la cotidianidad (un coche, unas zapatillas o un televisor) la que dé lugar al poema. Lo importante es que el poeta seguro sabe metamorfosear esa realidad -sea lírica o sea descarnadamente realista- para fertilizarla. A veces lo trascendente y lo real se funden en el poema y quizá se cifre en esta operación la clave de la voz tan original de este autor. Así, el coche es expresión del ensueño, las ondas de la radio le llevan en su duermevela a un diálogo con nuestro Antonio Machado o un tranvía le conduce al cementerio de Zurich, donde se halla la tumba de Joyce.

Hay, en todo momento, una compensación en los poemas que equilibra la dura realidad y que le permite superar las pruebas o pesares de la existencia. La muerte sobrevuela la obra de Carter, y no sólo porque el alcohol alterara su existencia sino, sobre todo, porque los últimos años de su vida pasaron por la prueba de un cáncer reactivado que al final le acabó derrotando. La cercanía cómplice de su mujer y las huidas a la naturaleza -contrapesos fecundos del dolor- son otras compensaciones que se identifican con la más sanadora para él, que fue la de la creación poética.

Algo parecido sucedía ya en sus relatos, los del que reconocieran como el "Chejov americano". Por ello, es engañoso el realismo brusco y tantas veces provocador de la poesía de Carver. Como afirma Tess Gallagher la poesía fue para él, ante todo, un "cauce espiritual", una "necesidad del alma". De ahí que comenzáramos recordando la sintonía -subterránea- con una obra plenamente metafísica como fue la de Rexroth. No faltan en la obra de Carver otras afinidades, bien con poetas norteamericanos -Dickinson, Williams, Ginsberg- bien con otros europeos, como Ajmatova, Celan o Lowell. Nos engañaríamos si sólo viéramos en Carver un "inventario de los estragos de la vida doméstica". Su esposa nos dijo que él logró en sus poemas que "lo extraordinario pareciera normal". Nosotros cambiaríamos esta afirmación diciendo que él logró que lo normal pareciera extraordinario. Este es el milagro de la poesía.