No tiene desperdicio. Matemática tiniebla: Genealogía de la poesía moderna, (Círculo de Lectores, 2010) se propone resolver la ecuación de la poesía del siglo XX a través de 29 ensayos de cinco autores (Poe, Baudelaire, Mallarmé, Valéry y Eliot) que lo sacrificaron todo en aras de la música del verso. En poesía no importa qué se dice, sino cómo se dice. "La belleza es la única competencia legítima del poema", en palabras de Poe. 424 páginas de cálculo técnico, inteligencia y provocación.



"Si algo me gusta, es vivir". Y vaya que si vivió. Mediobiografía (Calambur, Madrid, 2011) reedita el autorretrato poético de Blas de Otero: más allá de datos sobre sí mismo, el bilbaíno nos comunica impresiones, circunstancias, el impacto de mirar a otro ser humano y verse reflejado en él como en un espejo. Insobornable, infatigable, simultáneamente victorioso y derrotado: la estructura tambaleante que es cualquier vida, apuntalada a base de verso. Para eso necesitamos la ficción: para hacer de la realidad absurda un espacio humano, habitable.



Un ser humano provisto de memoria y una vida nos cuenta cosas. Ya está. Algo tan sencillo de hacer, pero casi siempre tan difícil de conseguir. En Y de mí sé decir (Valladolid: Tansonville, 2011), Eduardo Fraile Valles nos habla de cromos para explicarnos la esperanza: "Los pegábamos con cola/ Pelikán por la parte de arriba, siguiendo las instrucciones,/ para no tapar la leyenda posterior". Todo en estos tres versos es relevante. Las ilustraciones/collages de Bulgarcita contagian lujo al libro como objeto. La poesía es un arte: la edición, también.