Javier Lorenzo Candel

Premio Gil de Biedma. Visor. 70 páginas, 9'50 euros



El verso final de este libro, "Y busca lo que fuiste sabiendo que has llegado a lo que eres", con su aire de aforismo, podría servir como resumen de la propuesta general: rememorar la propia vida para indagar en ella, para encontrar alguna respuesta que sirva al yo actual. Y hay que subrayar que el ejercicio de memoria del que se habla no puede caer en la trampa de la ensoñación nostálgica, de perderse en el pasado, sino que exige no eludir la conciencia de lo que el sujeto sea en el presente, con lo que se abre un doble camino de reflexión: quién fui, quién soy.



A los momentos que suscitan tal duplicidad de mirada, esa encrucijada de ayer y hoy, es a lo que se denomina "territorios frontera" y con ello Javier Lorenzo Candel (Albacete, 1967) da muestra de una sugerente capacidad de planteamiento, no en vano se trata de un autor que ya ha publicado varios libros de poesía en absoluto intranscendentes, además de ejercer la crítica literaria, es decir, sabe lo que la escritura pone en juego.



El punto de partida se plasma en poemas, siempre de armonía rítmica, escritos en un estilo claro, un algo sentencioso por momentos, que dibujan un sujeto que, pese al conflicto en el que se sitúa, se muestra en concilio con la realidad; estos versos lo dicen: "humanidad y afirmación del mundo, / sin errores ni trampas del ingenio". Ahora bien, ese afirmar el mundo no llega a ocultar la otra cara de las cosas: el dolor de la vida, la "inseguridad, confusión, humillación y hastío", el desorden y, en fin, la ley que lleva todo hacia la decadencia y la desaparición. A toda eso sele oponen cosas tan simples como observar unos vencejos, "mirar en vano el horizonte" o la nieve, "la mirada que penetra en el río" o en unos niños o en la persona amada. El espectáculo de la vida se retrata en estos poemas en su complejidad y el ejercicio de buscar el conocimiento hasta en lo más sencillo actúa como contrapunto y salvación.



Con todo, la búsqueda continúa y es que el objetivo se escapa, un "sentido último" que sería no ser ya "nada más que tus palabras". Las de este libro, si no lo alcanzan, lo rozan.