Henrik Nordbrandt

Traducción de Francisco J. Uriz.Visor. Madrid, 2012. 220 páginas. 11 euros



El poeta es el que se borra para que el poema exista. Hay muchas formas de borrarse, pero la más eficaz es estar en todas partes, aturdir con tu omnipresencia, hasta que la mente lectora no sepa distinguir entre poeta y poesía. Esconderse a la vista de todos. Volver una y otra vez a la escena del crimen: el poema. Cometer un acto de arte perfecto.



Henrik Nordbrandt (Frederiksberg, Dinamarca, 1945) elude ser leído e interpretado. Ésta es prueba de grandeza: ser accesible mata tu misterio. 3 x Nordbrandt es exactamente eso: Nordbrandt encarnado en tres personas, Viento terral (2001), Dragón de mar foliado (2004) y Horario de visitas (2007). Es increíble el poder de penetración del poeta en la poesía, su capacidad de posesión. Nordbrandt es danés de origen, mediterráneo de experiencia, William Carlos Williams de vocación. No conoce las líneas rectas ni los caminos sin desvío. Impone entre la percepción y su objeto un invierno nuclear, áspero y desesperado, describiendo Extremadura como un lugar donde "las gentes permanecen lejos unas de otras". Convierte el proceso de creación en creación misma: "No crees nada superfluo. Ya hay demasiado de todo./ Si llamo a esto soneto es porque florece el saúco/ y yo llamo flores de saúco a las flores de saúco/ por la misma razón por la que un soneto consta de catorce líneas". En la inevitabilidad de lo arbitrario pone Nordbrandt su esperanza, y lo mismo hacemos los demás como estrategia de supervivencia. Una vez que aceptamos que las reglas humanas son tan gratuitas como las leyes naturales, nos sentimos en armonía con el entorno, pero francamente incómodos en nuestra propia piel. Nos empeñamos en ser sencillos, ecológicos, biodegradables, mientras describimos el universo en números imaginarios y consideramos la comunicación nuestro mayor logro. "Mi carencia de sombra/ provoca tiempo gris, quiero salir de mí mismo". Somos al arte lo que Dios a la creación: culpables.



De Nordbrandt puede decirse todo y su contrario. Hay razones para ver en él un poeta célebre, popular, de los que viven trescientos años y mueren eternamente. Pero cierta oscuridad, casi bendita suciedad en sus versos, nos persuade de elevarlo al pozo de los sombríos, los outsiders por voluntad propia. Daneses y tormentosos ambos, Nordbrandt y Hamlet discuten. Aunque la duda es siempre signo de inteligencia, Nordbrandt parece impacientarse ante las disquisiciones del príncipe: al poeta le interesan los cadáveres más que la muerte, porque un cadáver es un hecho y la muerte sólo es una palabra. "Incomprensible que a tantas/ calaveras les falte/ la mandíbula./ Quiero decir: cuántas/ calaveras hay/ sin mandíbula". Por momentos, Nordbrandt parece sugerir que todo lo que no es humano es una invención humana: la huida adelante. Fabricamos el mundo, lo compramos y vendemos, lo explicamos y nos destruimos los unos a los otros para que nuestra explicación prevalezca, y lo hacemos sólo para distraernos del hecho de que nuestra existencia va a acabarse, se está acabando, se acabó. La calavera no es un memento mori: es un objeto. Bloquea las ideas. Todos somos Hamlet.



Raras veces los poetas norteeuropeos parecen europeos. Lo decimos como un cumplido. Infatigable en su demolición del lenguaje y la personalidad poética, Henrik Nordbrandt es veneno para la estupidez, antídoto contra la inercia. Si repetir doscientas veces una palabra nos la vuelve extraña e ininteligible, 3 x Nordbrandt vacía de contenido la totalidad del idioma (el que sea). Y no, no construye un significado nuevo. Deja las ruinas ante nuestros ojos, para que veamos, para que nos enteremos. Este hombre asegura que yo bien podría ser una farmacia o un lince de amianto y que por favor no más yo, muchas gracias. Con personas así la humanidad nunca ha sabido muy bien qué hacer. Así que los llama poetas. Y los hace sagrados.



El auténtico verano danés

Un auténtico verano danés va a ser el tema de este soneto.

Porque debe de ser cierto que lo que te rodea no se debe decir

en trece o quince líneas, sino en catorce: eso es lo que quiero decir

todo llega a su sitio de manera que forma y contenido se funden

así como yo me fundo con el verano

que es fundirse con lo danés

lo que es totalmente correcto: pero no lo sería este poema

si no se advirtiese que nadie puede fundirse con otra cosa.

Tiene que haber sitio: un auténtico verano danés

es probablemente aquel donde mejor puedo prescindir de mí. Y dejaría con gusto que la naturaleza hablase por mí, si el verde vulgar

no lo hubiera hecho tan embarazoso:

en medio de todo eso hay una alta chimenea roja: pertenece al crematorio.

¡Qué consuelo liberarse por fin de sí mismo!