Traducción de Jose Luis Reina Palazón. EDA. Benalmádena, 2013. 126 pp, 10 €.

"El arte es simplemente el establecimiento de estructuras repetitivas que se vuelven interesantes cuando son rotas de ciertas maneras". Douglas Coupland comprende que incluso los más complejos mecanismos de comportamiento humano se basan en hechos sencillos. Servimos a un amo: la secuencia causa-efecto. Todo nuestro pensamiento lógico depende de una expectativa y de su frustración. La vida está en la expectativa. El arte, en lo otro.



Canadiense como Coupland, Nicole Brossard (Montreal, 1943) opera con la summa philosophica de la ideología feminista: argumento de ruptura con todo, porque todo es arma contra las mujeres, o lo ha sido, o acabará siéndolo en algún momento. De las instituciones patriarcales que nos someten, la menos inocente es el lenguaje: cuando tu ordenador te pregunta "¿Está seguro de que desea eliminar este archivo definitivamente?" y una no está seguro sino segura, sabes que sigues en el corazón mismo de la barbarie. Por el lenguaje somos expulsadas del mundo. Es el primer paso en nuestra domesticación: enseñarnos a pensar en una lengua que nos excluye como sujetos.



Las poetas tienen modos de matar el lenguaje que los poetas ignoran porque no los necesitan. Brossard, que de matar el francés sabe mucho, emplea tres métodos: 1) habla de una cosa para hablar de otra, 2) no conecta unas palabras con otras, y 3) desvincula la acción de sus causas y de sus consecuencias. No usa la ironía: existe concatenación lógica en la ironía. La ironía es masculina. Brossard no desmonta, no deconstruye. No contradice. Brossard se niega. Brossard básicamente le prende fuego a todo. Desde el momento en que Joyce escribió riverrun para que Finnegans Wake naciera, la poesía no ha dejado de devorarse a sí misma. (Técnicamente, Finnegans Wake es poesía.) Brossard comprende que el lenguaje y su muerte son obra de hombres. Por eso, desde Aube à la maison (1965) hasta Piano blanc (2011), no ha escrito poesía: ha inventado un nuevo alfabeto cuya alfa es el pronombre ella y cuya beta, también.



"se llama ruido de belleza/ la mar soldada a la sal". El cuerpo desde el que escribes queda inscrito en lo que escribes. Todo es material, no necesariamente personal. Brossard habla en nombre de. No usa metáforas, pero le interesa la palabra metáfora por lo que tiene de arcaísmo. Las imágenes de la poeta no son imaginaciones: son realidades tangibles. En este mundo la piel participa de la naturaleza de las rocas y el cielo. No es que el horizonte se compare con el incendio: es que la esencia de ambos es el fuego. La vida engendra deseo de vida: para Brossard, vivir es amar a una mujer, o la música de los pulmones respirando: "me ahogo fácilmente en el viento urbano/ el tiempo de los verbos y tus cabellos/ Thick foliage of origin". Por sentirse poderosa incurre en argumentos de autoridad que remiten no a la tradición, sino a lo que había antes de la tradición, más primigenio y sofisticado que la literatura de los hombres. Usa hipálages y sinestesias que cuesta incrustar en moldes racionales. Define su poesía como "transgresora, abstracta y sensual al mismo tiempo". El arte ama la norma. La artista, su desobediencia.



Serena revolucionaria de la poesía lesbiana, Nicole Brossard se resiste, como Luce Irigaray, al pensamiento binario, patética herencia de la misoginia platónica, para POR FIN hablar un idioma sin cabos, continuo, mujer, POR FIN. Se descarta lo dual, lo lineal, lo paralelo. Bienvenidos los ciclos que renuevan: "enfrentada a los ahogamientos del alba suelo/ remontar el curso del tiempo/ la mirada empañada/ por la muy alta velocidad del universo". Dice Irigaray que la mujer debe expresarse en poesía porque es la estirpe de lenguaje más fluida, como nosotras mismas. El arte nunca nos tuvo previstas. Romper sus reglas no es parar la repetición: es partir de cero. La historia empieza ahora que nosotras empezamos a contarla.

diccionario en mano yo puedo

diccionario en mano yo puedo

hundir mi alma hasta todas mis ciudades

de origen

pronunciar azul o la muerte

en otra lengua

desaparecer no me asusta

sé circular entre los siglos

ordenar los sabores de sal y de azafrán

entonces es cada vez a medias

una vida de páginas pasadas

un buen golpe de vacío en la certeza