Traducción de Francisco J. Uriz. Suma. Madrid, 2014. 176 páginas, 14 euros.

Recitado o cantado, el rap nació en el sur del Bronx y el Harlem neoyorquinos. Lo crearon, a principios de los años ochenta, los jóvenes negros que con su arte se opusieron a la marginación social. Yahya Hassan (Aarthus, 1995) ha conseguido, sin el respaldo de los instrumentos musicales, una celebridad literaria que tiene su base artística en las técnicas del rap.



La historia es sorprendente. Hassan nace en una familia palestina que desde un campo de refugiados huye a Dinamarca. En la adolescencia abandona los estudios, vive en ambientes opresivos, con tesón de autodidacto se inicia en la literatura. A los diecinueve años publica su primer libro de versos y logra un éxito formidable: cien mil ejemplares vendidos en dos meses. La obra suscita el repudio de los islamistas radicales. ¿Los motivos? El poeta describe sin florituras la violencia paterna, el fanatismo de sus parientes, el pánico: "Yo tenía miedo del cielo gris tan amenazador / el eco en las escaleras era la muerte repetida una vez más / adondequiera que nos mudásemos nos seguía el eco". El lector sensible no quedará indiferente ante la poesía de un hombre que ha construido un refugio de palabras contra la sordidez.