Federico Díaz-Granados

Visor. Madrid, 2014. 84 páginas, 10€

En Colombia se celebran recitales multitudinarios de poesía. El Festival Internacional de Medellín no representa un fervor aislado. Como si al entusiasmo le costase cruzar fronteras, las obras de sus poetas contemporáneos apenas llegan a los lectores europeos. Lentamente se corrige la incomunicación. El nombre de Federico Díaz-Granados (Bogotá, 1974) destaca en las nuevas generaciones. Dos antologías, Álbum de los adioses (2006) y Las horas olvidadas (2014), definen su manera de concebir la literatura.



Las prisas del instante se divide en cinco secciones. Sus títulos sintetizan el contenido: "Arte poética", "Los oficios de vivir", "Los motivos del tiempo", "Asuntos de entrecasa", "Del amor y sus estaciones". Las primeras páginas fijan con precisión el tono general de la poesía de Díaz-Granados. En sus versos se suceden los fulgores de la infancia, la desorientación por la huida de los amigos, una neblina con la que regresan rostros y amores perdidos, la despedida de un familiar que coincide con "el largo adiós de los almendros". Todos los asuntos son comunicados con la misma elección estética: el poeta evita las expresiones oscuras. De diferentes formas nos transmite sus críticas a un mundo de supercherías. Por ejemplo, en el poema "Talismán permanente", lleno de amuletos e ironía, el autor enumera las supersticiones que ha contemplado. La soledad es evidente en "Música para un deseo": "¿Qué diría ahora después de que mis manos han visitado tu cuerpo / y han conocido el exilio y el naufragio?".



En la parte final del poemario el escritor se refiere a los derrumbes, los miedos, la intemperie, una tierra colmada de insomnios y calles rotas. En medio de tanta turbación, sobresalen algunos objetos: equipajes, alcancías, gavetas, aldabas, vajillas en desuso. También los versos de Borges, Derek Walcott, Salinas. En este escenario Díaz-Granados examina con minucia las últimas huellas de una experiencia amorosa. Más que dolor, en sus descripciones encontramos desconcierto. Retrata al solitario que escribe sus palabras "como quien golpea durante horas una casa abandonada / como quien patea latas vacías en el corazón".



Las dos páginas de "Un amor sin puntos finales" cierran Las prisas del instante. Un poema claro y sugerente. Lo percibimos como un inicio para que Federico Díaz-Granados desarrolle su talento notable.