Carlos Pardo. Foto: Archivo
Carlos Pardo (Madrid, 1975) es un joven poeta muy reconocido, autor de los libros de poemas El invernadero, Desvelo sin paisaje y Echado a perder, siempre avalados por premios. Obras luego reunidas en Hacer pie, un volumen publicado en Uruguay. Además, son suyas las novelas Vida de Pablo y El viaje a pie de Johann Sebastian, ambas en Periférica.Tras ocho años sin libro de versos, ve ahora la luz Los allanadores. En la "Nota del autor" leemos: "He escrito este libro como si hubiera dejado de escribir poesía". Y más adelante: "Quizá la poesía, aunque coquetee con la autobiografía (o precisamente por ello) es una nueva disciplina de la desposesión". Sí, puede que haya mucho de renuncia en este libro. De despojamiento retórico, por ejemplo. Muy cercano a la prosa (léase "Una novela no escrita"), su ritmo es discontinuo, gracias, entre otras razones, a su sabio manejo del encabalgamiento; abrupto a veces, léase "Lejía" ("Pero yo sólo quiero las cosas que envejecen"). O por la sugerente concisión de "Sedentario", "Minimalismo" o "Final".
Poemas como "Basura" ("La basura se siente bien contigo. / Hazla metáfora") o "Pobreza" dan también pistas acerca de la poética que subyace aquí. La ironía, como en cualquier poeta contemporáneo que se precie, es un tono; un elemento de abdicación también, como cuando califica a los poetas como "profesionales del lamento", esos que "carecen / de mística: oímos la voz / no la palabra / (el cuerpo, / no el espíritu)". "Teatraliza", dice de uno. Gente preocupada por "la superstición de la palabra justa".
La poesía, y no sólo los poetas, es también sujeto de reflexión. Ahí, vislumbra uno, Stevens.
Aunque lo autobiográfico esté, tampoco, salvo en determinados momentos (cuando habla de sus padres -en los emocionantes "El hombre indivisible" y "Árboles"- y de la familia), es explícito. Así, al habla del amor. En poemas logrados como en el citado "Lejía" o en "Aufklärung".
Me agrada esa manera elíptica de nombrar la naturaleza y, digamos, lo rural, distinta de la tópica. También la sutil crítica política que desliza. Y esos extensos poemas finales (los de la serie "Los armónicos"; "Mis problemas con el judaísmo", sobre todo) que vendrían a corroborar que la poesía es "Un milagro sencillo / cuando se dan las circunstancias, / que eran lo milagroso". Y aquí, ya lo creo, se han dado.