Ángeles Mora. Foto: Teresa Gómez
Vinculada al grupo granadino de la "la otra sentimentalidad" y la ciudad donde nació, Ángeles Mora (Rute, Córdoba, 1952) ha publicado Pensando que el camino iba derecho, La canción del olvido, La Guerra de los treinta años, La dama errante, Contradicciones, pájaros y Bajo la alfombra. Reunió sus poemas en Antología poética (1982-1995) y ¿Las mujeres son mágicas? Con su último libro acaba de ganar el Premio Nacional de la Crítica.Según Prieto de Paula, Ángeles Mora "ha construido su mundo alrededor de una conciencia de sí inestable, cuya sustancia primordial es ese mismo proceso de constitución. De ahí que el yo se expanda como una entidad proteica, que pretende saberse a sí mismo y conocer los rincones del mundo inmediato, para lo cual se mueve, escruta, palpa las realidades de su entorno". Su impronta es histórica, podríamos decir, apegada a la realidad y al tiempo que le ha tocado vivir, muy significativa en este libro que, desde el mismo título, desvela su intención: la de escribir una autobiografía que, como todas, está necesariamente filtrada por la ficción. Porque la memoria es infiel por naturaleza y recordamos no tanto lo que pasó exactamente, sino aquello que al cabo queremos o podemos evocar. "Las (...) piezas de este libro no requieren mayor elucidación", dice con Borges. Y antes ha citado a Lejeune, "Toda autobiografía implica un pacto con el lector".
ÁM le facilita a éste las cosas. La claridad impera. Lo narrativo. Desde el "desajuste" inicial en el que "he vivido yo siempre". Puede afirmar con Rich: este es "el poema de mi vida". La de una mujer con plena conciencia de ello, que tiene "pocas cosas que guardar / realmente salvables". Solitaria; que se desdobla: "Y no eres tú, pero sí eres", porque nos habitan distintos yoes; melancólica (el tono, "un aire de bolero"); que contempla (el Sur es la atmósfera) y escribe porque ese "es un vicio que nunca se detiene".
Lo hace como si de un diario se tratara, de forma cotidiana, tal vez porque "la poesía, como el amor, / se escribe cada día". Y al amor dedica la sección "Palabras nuestras". Allí, "Una forma de vida", un poema central. Como "El ayer". La infancia, que "dura más que la vida" (Matute dixit), es protagonista de la última parte del libro: el verano, un viejo, molino, la merienda, el cine, los amigos o el desván. Tiempo felices o crueles, "apenas entrevistos / ya en la distancia" que terminan de tejer la historia de una vida que "tampoco era", como en el verso de Blas de Otero.