Con Vietnam
Varios autores
4 noviembre, 2016 01:00Sobresale la literatura de Vicente Aleixandre, quien escribe el nombre del país en el título de su poema
En 1968, la poeta Angelina Gatell reúne en la antología Con Vietnam los versos de sesenta y siete autores. La editorial Ciencia Nueva, dirigida por Jesús Munárriz, intenta publicar el libro, pero los censores gubernativos le deniegan el permiso. La obra, inédita durante casi cinco décadas, contiene páginas que Blas de Otero, Ángel González, José Agustín Goytisolo, Ángela Figuera Aymerich, Rafael Morales y Jesús Munárriz, entre otros, no incluyeron en ninguno de sus poemarios posteriores. Las composiciones escritas en catalán, gallego y euskera van acompañadas por la correspondiente traducción española.El profesor Julio Neira firma el prólogo de la antología. Explica cómo Angelina Gatell selecciona, por encargo del Partido Comunista de España, poemas contra la guerra de Vietnam. La antóloga consigue la participación de escritores "dispares en sus ideologías y en sus concepciones estéticas". A este primer atractivo se le añade el segundo: en ocasiones son reproducidas las cartas enviadas por los autores.
¿Qué aciertos y desatinos destacan en la obra prohibida durante tanto tiempo? El volumen se inicia con unos versos panfletarios de Rafael Alberti. A su violencia y maniqueísmo le siguen las reflexiones de José Albi. La hija evocada (Vietnam) y la sombra de Édith Piaf aparecen entre cristales rotos o aullidos de perros. Después, Aurora de Albornoz enreda y desenreda recuerdos cuando la culpa no calla. Y pronto sobresale la literatura de Vicente Aleixandre, quien escribe el nombre del país asiático en el título de su poema, pero éste fue concebido contra todos los imperialismos. Javier Alfaya espera la llegada de un sueño mientras Carlos Álvarez medita evocando a poetas muertos. Si Elena Andrés analiza con lupa unas pavesas que son hombres abatidos, Gabriel Aresti menciona hospitales, escuelas, sentimientos enterrados. Enrique Badosa ofrece una nana para que los niños despierten. En la elegía de Marcos Ricardo Barnatán, las tropas vietnamitas se apoderan de Hue y su "jardín asesinado".
La aportación de José Manuel Caballero Bonald es especialmente valiosa. Su densidad contrasta con la ligereza de los versos de Gabino-Alejandro Carriedo y Gabriel Celaya. Sin cautela, Joan Colomines y Xosé Luis Franco Grande aseguran que Vietnam, Cataluña y Galicia padecen una invasión similar. José Corredor Matheos lee a diario una misma noticia opresiva. Sabina de la Cruz se opone a una paz de niños desangrados. Sorprende el radicalismo de Gerardo Diego. "Matar es la consigna", repite Ángela Figuera Aymerich. Resume con cinco poemas la resistencia de los viejos estremecidos, de las mujeres que se ocultan en refugios socavados. Menciona los túneles invisibles y las entrañas de la selva. La antóloga Angelina Gatell y Alfonso Sastre ven Vietnam encerrado en una gota de sangre. Ángel González reconoce la impotencia de sus palabras "que no impiden / ni la muerte de un niño". Nos dice que, además de destruir seres o plantaciones, el napalm incendia diccionarios.
José Agustín Goytisolo describe con endecasílabos emotivos la muerte de un hombre. No menos vibrante es el texto de Félix Grande. Julián Marcos transforma Vietnam en un cuerpo amado, acaricia sus territorios y desaparece. La destreza técnica de Rafael Morales, Jesús Munárriz y los hermanos Murciano (Antonio y Carlos) va unida a una sincera indignación. Lauro Olmo intuye que la víctima de la guerra es "el viejo fantoche recluido / en las normas morales de Occidente". Blas de Otero cierra su poema con un verso terrible y hermoso. Carlos Sahagún dialoga con un guerrillero que camina detrás de él. José Ángel Valente observa la crueldad de un imperio con "sexo en latas / y un gran dólar inflable".
El paso del tiempo ha dejado clara la valía irregular de los versos de Con Vietnam. Tópicos y páginas de calidad aportan el testimonio de una época de euforias y convulsiones. El conjunto merece esta edición esperada.
@FJIrazoki
Elegía en Hue
Retorcidos por las brasas diurnasse alzan los cuerpos de luz solitaria,
restos heroicos de un baluarte antiguo,
piedra estelar, mortaja alada, sombras
inmóviles en las aceras rojas,
orquídeas guerreras estranguladas
junto a los muros teñidos de sangre,
fantasmas humeantes en los espejos
quebrados por el fuego, bella pira
donde las llamas abren estandartes,
despliegan sus banderas de venganza,
bailan al son de ritmos tamboriles.
Murciélagos plateados y extranjeros
cercenaron las flores liberadas,
uno a uno los tallos se batieron
oh restos de un jardín asesinado.
Marcos Ricardo Barnatán