Miguel Mejía

La Isla de Siltólá. Sevilla, 2016. 56 páginas, 10€

Miguel Mejía (Huelva, 1976), profesor de español en Polonia, ha obtenido varios premios de poesía. Es autor de cinco libros de versos. Tierra de nadie se compone de veintiséis poemas. La obra comienza con la descripción de un sueño. La sobriedad expresiva, cierto tono de confidencia y el gusto por el endecasílabo son los rasgos característicos del texto: "soñé que me vaciaba como un vaso / intacto gota a gota en el desierto". Miguel Mejía evita las imágenes dramáticas en su literatura. Su angustia es comunicada en voz baja, a menudo con elementos prosaicos. También elude el arte elitista; prefiere el eclecticismo: tres citas de Wallace Stevens, dos de Quevedo, una de Kafka, Hölderlin, Pavese y Borges comparten espacio con palabras de los cantantes Neil Young y Norah Jones.





Los títulos de varios poemas ("Sala de espera", "Búsqueda avanzada", "Control") se refieren a las indagaciones del escritor. La perplejidad, el recelo y las preguntas resaltan en su mundo de trenes, mapas, despedidas. El intento de definirse en un diario íntimo concluye con la huida de un personaje: el propio autor. A veces con una levísima capa de ironía, el poeta rememora obsesiones: "Como niños / nos repetimos aún los temas de un examen / sin fecha".



Mejía alude a un mundo extranjero con nieve, vértigo, salitre, quemaduras. Menciona animales (cuervos, grajos, peces rotos) mientras recorre un sendero embarrado o llega a una cima de piedras mojadas. Comprueba que el comportamiento humano se repite en todos los parajes. Presiente que estamos hechos de incertidumbre, violencia y hastío. La humedad y la fuga, transmitidas con diferentes metáforas, son evocadas en buen número de versos. Ya en la segunda parte del libro, "Autobiografía imprecisa" recuerda la lucidez desesperada de César Vallejo. Sobre dicha base, todo el poema gira alrededor de un núcleo: el miedo. El autor nos observa desde varios ángulos e insiste en su veredicto: somos coleccionistas de temores. Mejía lo analiza. En "Contagio", con ayuda de Quevedo, constata que la muerte se expande, ocupa gestos o miradas: "No es que se trate sólo / de esta carcoma laboriosa en los paisajes y en los cuerpos / que acaricio".



Al terminar la lectura de Tierra de nadie, tenemos una impresión: de forma discreta, Miguel Mejía ha alcanzado su madurez literaria.



@FJIrazoki