Alejandro López Andrada
En la amplia bibliografía de López Andrada (Villanueva del Duque, Córdoba, 1957) encontramos novelas y libros de poesía, la mayor parte premiados. De diecisiete de ellos ha seleccionado Antonio Colinas los poemas que componen esta antología que celebra treinta años de oficio, de 1985 a 2015. No estamos, con todo, ante un poeta canónico ni sus versos aparecen habitualmente en florilegios y manuales. Así, Colinas, que firma el sustancioso prólogo, donde alude al "dolor extremado" como "perfil de la nada"; a la pérdida de la patria de la infancia y del paisaje; a la esperanza que se cifra en la memoria de un mundo humilde y rural ya malogrado; a su trabajo con "el lenguaje de la sencillez", de "palabras limpias y claras"; a la fidelidad a su voz de este poeta con raíces; a una poesía, en fin, "que salva al que la lee".Se abra por donde se abra, el lector comprueba que López Andrada es autor de un solo libro. Del primer poema al último el tono permanece y, con él, los temas, los sentimientos, las obsesiones y cuanto favorece la creación de un universo lírico propio.
La melancolía, por ejemplo, teñida de tristeza o de nostalgia. O la naturaleza, viva a pesar de los cambios, que él conoce tan bien y a la que nombra con precisión: animales, vegetales... O las heridas que vienen de la guerra civil. O la muerte, simbolizada en las ausencias. La meditación se realiza desde la soledad (‘La soledad me habita'), en su retiro de Los Pedroches. Desde lo autobiográfico y familiar. Desde la conciencia de la pérdida. Con un vocabulario rico y asequible, lleno de palabras clave, metáforas sencillas y personificaciones imaginativas. ‘Las mujeres zurcen la luz', o ‘Mi vida está sentada en una piedra'.
Más allá, porque ‘vivo en la humanidad de las palabras', destaca una inquietud moral. Por los otros. El minero, el campesino, la viuda... En el poema final, del que toma el título, alcanza la ‘claridad perdida, la mano de mi madre, el vano ayer".