Prescindiendo, como ocurre en estos tiempos, de la tradicional rueda de prensa junto a los ganadores, anuncia la Fundación Loewe a los galardonados de la XXXIII edición de uno de los reconocimientos poéticos más importantes de España, dotado con 25.000 euros. Tras una intensa deliberación, el jurado compuesto por Gioconda Belli, Antonio Colinas, Aurora Egido, Margo Glantz, Juan Antonio González Iglesias, Carme Riera, Jaime Siles, Luis Antonio de Villena y Aurora Luque, ganadora de la anterior convocatoria, y presidido por Víctor García de la Concha; ha proclamado vencedor al libro La Fragilidad, del poeta Diego Doncel.
Ganador también en 1990 del Premio Adonáis con El único umbral, recogido en su antología Territorios bajo vigilancia (Visor, 2015) y de otros galardones de novela como el Premio Café Gijón, que obtuvo en 2012 con En el tiempo de la infamia, Diego Doncel (Malpartida, Cáceres, 1964) ha cautivado al jurado con un libro muy sólido y muy compacto, tanto en el fondo como en la forma.
Según Jaime Siles, en La Fragilidad "no hay poema que falte ni que sobre. Es un poemario absoluto, total, de una admirable madurez vital y expresiva. Confiere una voz profunda con una cosmovisión personal singular y propia que expone una teoría de la vida y que humaniza su dicción al mostrarnos el espectáculo que la civilización actual rehúye y no quiere ver, el dolor y la muerte, y lo hace de una posición abierta a la solidaridad de la esperanza".
Mario Obrero, Premio a la Creación Joven
También ha sido galardonado este martes, con el Premio de Poesía Loewe a la Creación Joven, el poeta madrileño Mario Obrero por su obra Peachtree City. Un galardón dotado con 8.000 euros y que será editado también por Visor en el mes de marzo de 2021. Sobre Peachtree City, Gioconda Belli dice:"un poeta jovencísimo se revela en un libro que con imágenes inusuales y un aliento poético que retrata la multiplicidad cultural de la globalización, consigue, con ironía y destreza, un poemario sorprendente".
Este Premio a la Creación Joven guarda una curiosa paradoja. En el año en que la edad límite para participar en el certamen ha aumentado, hasta los 33 años, se ha proclamado ganador el participante más joven en la historia del galardón, pues Obrero es nacido en 2003, por lo que tiene 17 años, 16 cuando escribió el poemario. Una precocidad que ya demostró en 2018, cuando su libro Carpintería de Armónicos resultó ganador del XIV Premio de Poesía Joven Félix Grande.
En general, a esta convocatoria de Premio Internacional de Poesía se han presentado 1.247 participantes de 36 países, lo que supone un incremento del 19.3 % respecto a la del año anterior y el número más alto de poemarios presentados en los 33 años de historia del Premio. Un 25% procede de Hispanoamérica, siendo México, Argentina y Colombia, en este orden, los países con mayor índice de participación. En España, las provincias con mayor número de obras presentadas son Madrid, Barcelona, Valencia y Sevilla. Un 25% son menores de 33 años. 31 obras han quedado finalistas.
LO QUE NUNCA TENDRÉ
¿Por qué nunca tendré la bondad que tú tuviste?
¿Por qué mi corazón nunca será tan grande como tu corazón?
¿Por qué solo construyo fracasos donde tú construías vida?
Te doy la papilla por la cánula, con el aspirador extraigo
las secreciones de tus bronquios, le hablo a una conciencia
que no sé dónde está.
Cuando abres los ojos están ciegos, solo miran hacia dentro,
a las sombras, ven dimensiones que aún no sabemos definir.
Les paso una mano cerca, les proyecto un chorro violento de luz
como si fueran objetos abandonados en las profundidades marinas.
Papá, te digo, mírame, me he quedado solo.
Tus labios a veces se enfurecen. Tus manos permanecen
rígidas y llenas de terror. Yo acaricio su frío, intento
despertarlas, hacer que sientan
las mías para que su dolor les pese un poco menos.
Por la noche tu respiración se agita como si corrieras
por el andén del metro despidiendo a alguien
que ya se ha ido, sollozando en el túnel desierto.
Sé que no quieres morir, que estás intentando volver,
que luchas por encontrarte.
El electrocardiograma palpita desde sus señales eléctricas.
La máscara del respirador artificial aún contiene las huellas de tu rostro.
Nuestras fotos se incendian en el altar de la mesilla
junto a las gasas, el suero, los catéteres, los pañales, el yodo…
Medito, apoyado en tu cabeza, sobre quién está ahora dentro de ti.
Me pregunto por la naturaleza de tu sueño.
Después salgo y recorro las calles pensando que aún existes.
Miro mi sombra como una resistencia frente al dolor.
Los escaparates duermen en los números de sus promociones.
El cielo posee una luz de whisky que el invierno derrama.
La gota fría se anuncia en las teles de los bares vacíos.
Las calles por las que ando son calles para desaparecer.
Cuando abro la puerta de la casa, ya has llegado.
Tienes algunos años más que yo tengo hoy.
Escuchas música, hablas con la mujer que amo.
Dices que el jardín se muere bajo el hielo.
Ni siquiera sospechas lo que te espera, ni siquiera
sabes que te estás despidiendo de todo.
Eres las huellas que se marchan, el silencio
en las habitaciones oscuras, la conversación interrumpida,
el corazón que late por última vez sentado en ese sillón.
El infierno tiene las paredes de mi casa, el alcohol
de mi casa, las terapias olvidadas, las ventanas
por las que tantas veces me he querido arrojar.
El futuro del día de mañana no tiene futuro.
El tráfico sepulta el día con sus faros y sus pilotos rojos.
Hay una sensación de límite, la muerte y yo estamos viendo
los programas de la televisión.
Diego Doncel. Premio Loewe 2020. La Fragilidad
IV. His ancestors
He soñado con mis ancestros y su olor a patatas robadas
los he visto varear olivos con la cara llena de espinas
he visto a mis ancestros bailar sobre una montaña de ajos
al abuelo y su traje marrón
a la abuela encendiendo seis velas en el altar de la caldera
hablo del que juega a vestir las cerillas mojadas con barro y de los que cuentan chistes con las
ventanas cerradas
he visto a mi madre
una niña con sus primeros pantalones vaqueros mirando al mar
he visto la ropa en los tendederos de Venecia y a los poetas en Nueva York cuidar una tórtola y
su dulcimer hecho con nieve pisada
me he visto mirando al nuevo mundo con las memorias de Mayakovski bajo el jersey
me he visto mecerme lento en los sueños de una chimenea
los barcos el té y los poemas de Emily Dickinson escondidos en la sombra de una ballena
he visto a mis hijos cantar ebrios en los confesionarios
el frío se ha presentado como un erizo envuelto en serrín
en alguna colcha yace un pájaro azul
algún sueño sin calcetines que va comiendo rajas de sandía
los estudiantes de español me recitan al unísono
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña
camino por los pasillos de un mundo que huele a gofre y a gasolina.
Mario Obrero. Premio Loewe a la Creación Joven 2020. Peachtree City