Adrienne Rich, la poesía como exploración del naufragio
La poeta, ensayista y estudiosa del feminismo depositó su original mirada sobre el mundo y un deseo poderoso de liberación amorosa en este libro que ahora publica en español Sexto Piso
8 diciembre, 2021 09:01Poeta, ensayista, profesora universitaria, académica y estudiosa del feminismo, Adrienne Rich (Baltimore, 1929 - Santa Cruz, California, 2012) es hija de una pianista y compositora estadounidense. El padre, médico judío de origen austrohúngaro, secunda las iniciativas literarias y el activismo social de su hija. De salud frágil, la autora padece desde la juventud una artritis reumatoide. Sólo la buena acogida de su obra consigue paliarle los sufrimientos físicos.
La primera edición inglesa de Sumergirse en el naufragio data de 1973. Distribuidos en cuatro secciones, los versos del libro fueron escritos en fechas cruciales para la biografía de la poeta. Su marido se suicida y el duelo dura dos años sombríos. Después, Adrienne Rich se define como bisexual y su literatura reflexiona sobre los derechos de las minorías sexuales. Todas estas vivencias personales se perciben en sus poemas. Precedida por citas de André Breton y George Eliot, la línea inicial de la obra produce una fuerte impresión: “Estamos probando bombas en mitad de este desierto”. Le sigue una lista de renuncias y desvalimientos en una ciudad fantasma. La autora presiente que una piedra, un baúl, una cerradura y diversos paisajes son testigos de una falla e incredulidad íntimas. Ofrece meditaciones de hondura humana mientras mira unos zapatos o tijeras expuestos en un escaparate. Recorre un bosque abundante en líquenes y troncos podridos; no oculta su “ira visionaria”; observa a una mujer policía y a una prostituta; y de cualquier escena anodina extrae una perla verbal. Confiesa el objetivo de su literatura en la composición excelente que da título al poemario: “He venido a explorar el naufragio. / Las palabras son propósitos. / Las palabras son mapas. / He venido a ver los estragos causados / y los tesoros que perduran”.
La segunda sección del libro, “La fenomenología de la ira”, consiste en un largo poema. Una mujer escribe con sus dedos untados en la locura. Adrienne Rich se pregunta qué sienten unos trapos recluidos en un armario. Nombra un “paisaje de hueso” y se refiere al odio, al enemigo, al desprecio como monotonía. Contempla a los viajeros del metro que “perforan boquetes ardientes en el aire con la mirada”.
El tercer apartado se inicia con cuatro versos de la canción “Pájaro en el alambre” de Leonard Cohen. La autora imagina su vejez en un páramo con arrendajos, polvo y rabia. Piensa en un monje inmolado por la frialdad humana; cubre con ironía fina las escenas diarias de un matrimonio; retrata al policía que apunta insensible los detalles de una violación. También se ve a sí misma como “carne al sol sobre la roca” en un agosto de “caballos bajo una luz amarilla”. En la parte final de la obra, “Meditaciones para un niño salvaje”, alude a la crueldad de un mundo de infanticidios, cellisca y hospicios, y dedica versos a N. Gorbanévskaia, encarcelada durante dos años en un hospital psiquiátrico soviético. En la mayoría de los textos se intuye un deseo poderoso de liberación amorosa. La autora tardaría poco en tomar las decisiones para romper con su cotidianidad opresiva. Los biógrafos cuentan que Adrienne Rich comparte las tres últimas décadas de su vida con una amante, Michelle Cliff, poeta y novelista jamaicana.
El libro encierra otro placer: la traducción de Patricia Gonzalo de Jesús contribuye a que las composiciones de Sumergirse en el naufragio sean leídas con grata fluidez en castellano. Su trabajo nos permite conocer sin trabas los méritos literarios y el coraje civil de Adrienne Rich.
La novena sinfonía de Beethoven entendida al fin como un mensaje sexual
Un hombre aterrado por la impotencia
o la infertilidad, sin saber la diferencia,
un hombre que intenta decir algo,
que aúlla desde la climatérica
música del alma
aislada por completo,
que le grita a la Alegría desde el túnel del ego,
música sin el más mínimo rastro
de otra persona en ella, música
que intenta decir algo que el hombre
no quiere desvelar, que guardaría si pudiera
amordazado y atado y azotado con los acordes de la Alegría
donde todo es silencio y los
golpes de un puño sangriento sobre
una mesa astillada.