'Polvo y tierra' de Abraham Guerrero: poesía "arraigada" sobre los estragos del turismo y la inmigración forzosa
- El escritor gaditano firma un libro comprometido con los desterrados del mundo, con quienes no están invitados al festín de la vida.
- Más información: Violentas vidas cruzadas en 'Las luces de Hannover', el gran debut narrativo de Abraham Guerrero Tenorio
“La literatura es el lugar idóneo para refugiarse”, decía en una entrevista Abraham Guerrero Tenorio (Arcos de la Frontera, Cádiz, 1987), refugiarse de un mundo bien poco apacible, tal como se hablaba de él en su Toda la violencia –Premio Adonáis en 2020–, libro dictado por el compromiso con el otro, con los desterrados de su mundo, con los inmigrantes –como ya sucedía con los personajes de su novela Las luces de Hannover (2023)–, con quienes no están invitados al festín de la vida.
Poesía arraigada, para decirlo con expresión de Dámaso Alonso, cuyo poema “Insomnio” de Hijos de la ira es reescrito aquí en “Control de seguridad”, donde “España es un país / de decenas de miles de jóvenes cadáveres”, una generación sin futuro.
Esta visión desoladora y que tanto tiene de real de nuestro mundo hará que palabras como “tristeza”, “espanto”, “dolor”, etc., ritmen el discurso en un libro en que el motivo del “viaje” le da unidad. Un viaje que no es igual para todos; del viaje del turista, que a “aquellos / que en la ciudad anhelan / un resquicio de aire” les provocan el “lastimoso aullido –TOURIST GO HOME–”, al viaje que desarraiga y conduce a tierra extraña, un viaje que es el del “desarraigo / impuesto por el hambre y, ya abierto al plural el significado, el recuerdo será “un arduo viaje hacia ninguna parte”.
Frente a las adversidades, ya queda dicho, la literatura, “alas de luz de las palabras”, “busca el dolor un destello de luz”, la luz, “certeza de que existe un tiempo ausente de dolor”. “Y ahora dime: / qué será de la gente / sin libros”, se lee en un poema. Se puede responder que sin libros como este, que dicen la verdad, que hablan de los desfavorecidos, de quienes se han de oír, por ejemplo, llamar a sus hijos “moros de mierda”, el mundo sería un mundo peor, un mundo sin refugio.