Opinión

Los brindis al sol de la fiera

La papelera

26 abril, 2000 02:00

Dos licenciados en sociología de la Complutense preparan tesis sobre la relación sociedad-cultura a partir de "La Fiera literaria", la revista terrible y lenguaraz que algunos (colaboradores suyos) califican como acontecimiento cultural de este fin de siglo. Pese a sus excesos y manías, cierto es que la fiera esconde a veces rincones excitantes, en estos tiempos tan aburridos y correctitos ellos. Así que puede ser verdad lo que me dicen: que los Marías, Gala, Conte y compañía gozan ya, voluntarios, para desbrozar lodos y pajas.

Más fieras. Me pasan, subrayado y comentado, lo último del amenazado García Martín, Biblioteca Circulante es su título y no tiene desperdicio. De los diarios de Trapiello escribe "que son tramposos", pues "no cree que la fidelidad a los hechos sea una virtud literaria"; de Senabre y su lista de los mejores libros del año, en la que incluyó uno de Tina Suárez, afirma que no lo ha leído, "pero mucho me temo que esa Tina resulta más atractiva que sus poemas"; de Luis Alberto de Cuen-ca, que " sólo conoce un género en la crítica de actualidad, el de los brindis al sol". Y así, y sin piedad, cientos... Vamos , que no han de faltarle rivales a Pérez-Reverte...

Enfermo de Alzheimer, Giorgio Bassani era, desde finales de los años 80, un ausente. Aunque su muerte apenas ha merecido comentario quizá valga la pena recordar que era poeta y, fiera también, que se enfadó tanto con Vittorio de Sica cuando rodaba la película basada en su novela El jardín de los Finzi-Contini que le retiró el saludo y rechazó que su nombre se relacionase con la peli, que luego ganaría un Oscar. .


Que a Gilles Jacob, director del festival de Cannes, no le "enamora" el cine español ya lo sabía, lo que me malasañea es que lo diga con ese tonillo despectivo y casi xenófobo, más cuando está Aitana Sánchez-Gijón en el jurado, José María Riba dirigiendo la Semana de la Crítica y Buñuel destripando su orgullosa ignorancia. Un año más, Cannes se desprestigia a sí mismo y pierde fuelle frente a San Sebastián, Venecia y Berlín.

Si creían que eso de las listas del milenio había terminado estaban muy equivocados. Resulta que en 1998 el poeta Robert Pinsky organizó una macroencuesta popular para saber cuál era el poema favorito de Norteamérica. Pues bien, dos años y dieciocho mil votos más tarde el escogido ha sido "The road not taken", de Robert Frost. Aquí, por estos pagos y aunque sólo sea por las pasiones que despierta, supongo que el elegido sería "Tu me dices amor, yo cojo un taxi", que hay que ver cómo le atizan tantos al bueno de Luis García Montero desde que dicen que dijo Aznar que era su poeta preferido.


Kurt Masur, el último director hasta la fecha de la Filarmónica de Nueva York, estuvo en el Festival de Pascua de Salzburgo, pero dirigiendo a la de Berlín. Allí preguntó si el Orfeón Donostiarra, que intervino junto a los neoyorquinos, era de verdad bueno, porque los había tenido en el Festival de Canarias sin quedar muy satisfecho. Claro que menuda la tienen en Canarias con la Filarmónica de Nueva York.

También en esto de la santidad los americanos nos aventajan. Si aquí presumimos del beato Gaudí, y rellenamos listas con nuevos santos (Fisac apunta maneras), en San Francisco existe desde hace treinta años una iglesia consagrada a San John Coltrane, y eso que el músico era alcohólico y drogadicto. Vamos, que el mismísimo Moneo podría llegar a este paso a los altares, si antes no lo sacrifican en un acto ritual los vecinos del cubo. Y no es el único: los yanquis afilan sus cuchillos para merendarse a Gehry, y lo de Chillida en Tindaya va por el mismo camino. Ya no es que se construya, sino que no acaben todos como en una peli de Berlanga, entre rejas, .

Lluis Pasquall lo tiene claro: ante todo es celestina. El director, que se encuentra en Argentina escogiendo el reparto que acompañará a Alfredo Alcón en La tempestad allá por septiembre, lo reconoce sin complejos: "hago la cama para que se acuesten ellos: actores y público. Una vez que están allí no tengo nada que hacer. ¡No soy voyeur! No soportaría estar ahí viendo mi espectáculo".

Desde aquí me uno al homenaje que las editoriales le están organizando a Sotillos, al que, para consolarle, ya han encargado un libro. Lo malo es el tufillo a políticamente correcto que tiene. Vamos, que a directores que cojeaban de otro pie, volcados en la cultureta, ni un bocata de calamares le envió nadie en la hora del adiós.