Las últimas progres
La última progre es como el último mohicano. Una raza a extinguir, rodeada por las chicas de Serrano, las revistas del corazón y las otras
La última progre; (ya han venido las posmodernas, las liberal/capitalistas, las compatriotas de Patricia Botín en la gran patria del dinero). La última progre (especie a extinguir, como el lince y otros hermosos felinos), tiene el pelo de oro fugaz, se sabe o se cree superior a todos los hombres, empezando por el marido (si lo tiene), ha conquistado la libertad de horario y la libertad de has, viste mayormente de negro, que la estiliza, lee poco (cultura burguesa) y ve películas de dinosaurios, porque se ha refugiado en el dinosaurio irónico por asco de los hombres.
La última o penúltima progre hace televisión, revistas, deporte, todos los deportes, excepto el fútbol, corre por la finca de los Oriol sin conocer a los Oriol, de madrugada, escribe guiones para sitios, depende de sí misma y, ya en la citada treintena, está esperando tener algo seguro en la vida (no un marido) para parir un hijo sin padre, como los modelos citados.
La última progre es como el último mohicano. Una raza a extinguir, rodeada por las chicas de Serrano, las revistas del corazón y las otras. La última progre no se pinta, cree todavía en su cara y en la ternura natural de sus primeras arrugas.
La última progre no lleva joyas ni anillos, pero sabe elegir sus cazadoras. Se nutre culturalmente de dibujos animados, dinosaurios sonrientes, novelas de piratas y poca televisión. La última progre ama a los niños, a los perros y a los hombres desvalidos y pinchotas, nunca al triunfador. Suele considerar que las perras son más inteligentes que los perros y la esposa más inteligente que el marido. Son residuos de la revolución femenina que les bailan en el alma, pero hablarles de Joy Eslava es como hablarles de la cuarta de Apolo. Creen que el whisky es el agua natural de los humanos y tienen algo inconfesado y perdido de última generación que colea contra el capitalismo y primera generación del 2001.
Yo me refugio en mi Diario íntimo, porque uno está ya para pocas novedades, pero algo me llega de las última progres, que escriben series de televisión (una televisión que detestan), y tienen sesiones semanales de mujeres solas que son como una catarsis ayudada por la droga, la confidencia, la amistad, el whisky, el porro, la libertad, la ausencia de hombres y la pura necesidad.
Las última progres viajan en coches históricos, azul y negro y amarillo, saben mucho de mecánica menuda, conducen coches sin carnet, con el número de otra, hacen el amago feminista de pagar lo que no pagan y se ponen guantes ahora en invierno, no por el frío, sino en un último gesto de dandismo femenino que las honra.
Mientras los machos se confunden en la orgía del dinero y el menú de La Nicolasa, he aquí que las hembras principian a fallecer desde los treinta y que el feminismo se ha convertido en una decadencia (a la de quince le suena eso como Cavite), y las últimas progres, las últimas y folladoras feministas, le cautivan a uno como el oso cantabroastur, el lince o gatopardo y todas las hermosas especies a extinguir.
Del mismo modo que los socialistas históricos de Felipe hacen horas en la barra del Hispano para ligar una separada suculenta en bonos y stock/options, las últimas progres y feministas de Margaret Mead ojean al macho, ya sin la mirada imperativa de antaño, porque las chicas de la derecha son más fáciles, sino con la mirada selectiva de las primeras españolas que empezaron a follar hacia los años veinte, Penagos y la coca, pronunciamiento que interrumpió la guerra civil y que ahora vuelve, recrudecido.
Pero también hay mercado en Serrano y esto le resta primacía a nuestras progres. El capitalismo simpático incluye la libertad sexual y la progre o la feminista ya no va por delante de nada ni de nadie. Cualquier chica/PP le puede quitar el novio y llevárselo a cualquier parte, menos a Los Jerónimos, de boda. Las más sensatas han hecho carrera política, como Pilar del Castillo. Las últimas progres, pues, languidecen como a la sombra de las muchachas rojas, y yo me las encuentro por mi camino de Swann/Umbral, y les escucho como viejo, tanto los halagos como los reproches:
-Tú pudiste ser un líder, Umbral.
-Si es que yo no quería ser un líder.
-¿Pues qué querías tú en la vida?
-Que me dejasen en paz.