Image: Luis María Anson

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Opinión

Luis María Anson

Los columnistas

7 marzo, 2001 01:00

Anson se ha liberado de caligrafías protocolarias, convirtiéndose en un jarrapellejos del político, el financiero, el intelectual o el editor que se le pone por delante

Allá por los primeros años 60 Luis María Anson aparece en la vida periodística española como un ardiente joven monárquico, cosa que era tan rara entonces como encontrar un dálmata a cuadros. Anson, con viva juventud, pertenecía al Consejo Privado de Don Juan (que él ha llamado III), junto a venerandos mentores de la Monarquía como Don Pedro Sáinz Rodríguez o Don José María Pemán, muy leído entonces en sus terceras de "ABC", que eran como un juego volteriano y de derechas con el sistema que defendía sin privarse de gastarle bromas. Había otros nombres en aquel Consejo de Estoril, todos con más resonancia en el apellido que eficacia en el nombre. Anson era el joven aplicado, el alumno de sí mismo, que iba escribiendo en secreto todo lo que se hablaba y conspiraba a bordo del barco real o a bordo de un whisky doble. De ahí salió su libro Don Juan, de enorme tirada y amena lectura, más interesante ya como historia que como presente combativo.

Luis María Anson, como era previsible, hizo nido en seguida en el "ABC", con cargos y cosas, pero mayormente con unas terceras llenas de solemnidad y violencia, de santa ira y de un furor áulico que durante todo un día mantenían conmocionado al país, como una "hueste de esbeltas fuerzas" que iban a tomar la dictadura en nombre de un rey liberal, europeo, patriota y combativo. Pero luego no pasaba nada, salvo que Anson hacía su carrera política y periodística. Esta carrera política entró en sombra cuando las decisiones del sistema, entre militares y amistosas, eliminaron a Don Juan de la Historia de España para sustituirle, muy razonablemente, por el príncipe Juan Carlos. La reina estaba de acuerdo en que se hiciese así o de otra forma, pues su instinto femenino le decía que lo importante era recuperar el trono de España y lo secundario la persona asignada. Y he aquí que en esto la reina que nunca reinó venía a coincidir con Franco, que también se había propuesto reinstaurar a los Borbones, dudando hasta el final en la persona, que a punto estuvo de haber sido un tal primo Alfonso, de infelice recordación, y de quien sale viuda la nietísima Carmen, siempre rehén sentimental de uniones extranjeras.

Luis María Anson es director de "Blanco y Negro", y por entonces me encomendó algunas colaboraciones que yo desvié hacia lo rosa y lo rojo por no incurrir en pecado cortesano. También fue Luis María director de hueco, cargo de mucha importancia y responsabilidad, y ahí es donde el joven y ascendente mancebo aprende la importancia periodística de la imagen. Anson es el periodista moderno que más y mejor ha sabido manipular las fotos de un periódico para cantar con imágenes lo que estaba mudo. Siempre ha recurrido y recurre a la elocuencia de la imagen, llegando con la audacia de una foto adonde no se podía llegar con la consecuencia de un texto. Ahora que tenemos eso que se llama democracia, Anson, en su periódico/palomar, sigue jugando a la imagen sorpresa para hacer más daño o vender más o anticiparse a los acontecimientos.

Anson, tan conservador en todo, es un progre en el teatro alternativo y en el periodismo sorpresivo. Un maestro que no ha respetado nunca los cánones clásicos de la composición de un periódico, sino que se desdice en una página de lo dicho en la anterior y no por eso pierde coherencia, la coherencia del audaz, del jacobino de derechas y del desesperado. Y estoy hablando ahora de su actual periódico, "La Razón", que se fabrica en una noche sin sueño para ir captando capitales y socios y mezclando un derechismo irónico con un izquierdismo aprendido e improvisado. Y aquí es donde llegamos a la faceta columnística, que es la que correspondería estudiar en esta página. Es curioso comparar las solemnes terceras ansonianas del "ABC" con su "Canela fina" de hoy en "La Razón". Esta "Canela fina", si Anson tuviera mejor cuerpo, podría corresponder a lo que en el folklore es Azúcar Moreno, con esa deliciosa errata gramatical que sólo se les perdona a las dos chais por sus cuerpos beligerantes, sus culos bizantinos y la calidad de su arte. Quiere decirse que Anson es hoy más columnista que nunca o es columnista por primera vez, entregado a esa prosa esquinera, faltona, oportuna y eficaz que caracteriza a la verdadera columna en España y puede que en el mundo.

Anson se ha liberado de caligrafías protocolarias, convirtiéndose en un jarrapellejos del político, el financiero, el intelectual o el editor que se le pone por delante. A veces le cuesta al señorito monárquico olvidar sus orígenes literarios, pero siempre vuelve con lirismo golfo y jadeo de moroso a enfrentarse con el maestro de esgrima como un héroe de Pérez Reverte. Ese salto que tiene que pegar el hombre maduro, Anson lo ha pegado a tiempo arrejuntando las fortunas de Asensio, de Lara, de Pedro J., etc., y arrejuntando las prosas de Neruda, de Tierno Galván, de la puta calle, de Umbral, etc., hasta hacerse su propio estilo, o quizá contraestilo, que es ahora un anarquismo estilístico para reinar por su violencia periodística en este país que ya no es su reino sino su patria paterna, y adonde ha llegado en patera desde las playas de Estoril y los grandes lagos de Fernández-Cuesta, antes Serrano.

No apuesto por el éxito político o financiero de Anson, sino que apuesto por el descaro y el triunfo de un columnismo desmesurado que nos asusta felizmente cada mañana con el perfume de "Canela fina" y la obscenidad de Azúcar Moreno.