Opinión

Manuel Hidalgo

Los columnistas

9 mayo, 2001 02:00

Hidalgo muestra dos registros fundamentales: sentido crítico y sentido del humor. Le va más escribir de lo pequeño o hacer pequeño lo grande. Él es ante todo una inteligencia crítica, aunque no renuncie a la creación, y hace bien

Pertenece al núcleo duro de los logroñeses y navarros de El Mundo. Las vascas le quieren como madres y Pedro J. lamenta que no se vuelque en el periodismo como él, pues fueron compañeros de pupitre y eso une mucho, como lo de Villalonga y Aznar, sólo que Aznar rompió el pupitre a tiempo, y Manuel Hidalgo también. Han vivido juntos durante muchos años la aventura periodística madrileña, hasta que un día Hidalgo escogió la libertad, se eligió libre:

-No voy a pasarme la vida entera debajo de un neón, encerrado en un periódico, de modo que me voy. La calle me espera y tengo mucho que hacer y que escribir.

Los años que yo he convivido con él, en diversas publicaciones, me han dado a conocer a un hombre irónico y triste, decidido y dubitativo, a un gran profesional que, puesto a escribir por sí mismo y no por el periódico, muestra dos registros fundamentales: sentido crítico y sentido del humor. A Hidalgo le va más escribir de lo pequeño o hacer pequeño lo grande. Sin duda añora una juventud escolar que le fue grata y que de alguna forma ha revivido en su hijo Daniel, a quien dedicara bellas y sencillas columnas, llenas de intimidad y paternidad. Esto de la paternidad, como no es frecuente en España, nos atrae mucho cuando se hace bien. Manuel Hidalgo lo hace bien. Se ha realizado en el hijo antes de que el hijo se realice en él.

Tiene el pelo negro y cerrado, es más un moro moreno que un navarro rubio. Lo primero que se le nota es la inteligencia, y luego, a través de la inteligencia, la obstinación, la profesionalidad y la ironía. Va siempre de moderno, ajeno a corbatas, porque es de la generación del niki, calza cosas muy gordas y cultiva ese descuido tan cuidado del joven que él ya no es. A pesar de que dejó el periodismo en un gesto ético, casi sartriano, lo cierto es que publica artículos con mucha frecuencia, o sea que ahí sigue el tirón del columnista. Ha pasado del intimismo/minimalismo de cuando entonces a unas columnas de más contenido político o social, donde se quiere presentar los grandes problemas como una ráfaga o una broma. No es mal punto de partida siempre que no sea una evasión.

Uno sigue pensando que las pasiones inventadas o reales de Hidalgo son el periodismo y el cine, dos formas muy siglo XX de literatura. Su mejor veta periodística está en la crítica, aquella crítica de las cosas que hacía en el "Magazine" y la crítica de un libro o una peli o un algo que hace ahora de vez en cuando. Diré más: Hidalgo es ante todo una inteligencia crítica, aunque no renuncie a la creación y hace muy bien. Como guionista, la primera gran condición que yo le veo es su facilidad para el diálogo. Manuel Hidalgo cultiva con maestría el diálogo a lo comedia americana, digamos, pero con mucho sabor español. Frases cortas, ingenuas, intencionadas, divertidas. El diálogo, en fin, entendido no sólo como un vehículo de comunicación sino como una pieza literaria en sí mismo. Luego vienen las historias, que hay que sometérselas al director de la peli, que es el que las estropea y las hace aptas para San Sebastián. Hidalgo está en un gran momento para hacer buenos guiones, pero nunca le he preguntado si su película/revelación sería un drama o una comedia. Le veo más en la comedia, entre el costumbrismo de lo actual y la sutileza del humor, más su gracia natural de hombre cabreado.

Acaba de sacar un libro que está entre la novela y la colección de relatos monotemáticos. Hidalgo tiene afición a estos libros inclasificables donde nos presenta como unos esbozos de su talento, unos ejercicios de precalentamiento para lanzarse a la gran obra. Nuestro autor es un solitario que va a todo pero no parece contento con nada. Le preocupa por encima de todo salvar su libertad, su independencia, su creación. Yo no sé si se estará pasando de marginal tranquilo o es éste su papel. Cuando tiene mando le sale un personaje autoritario y cuando no tiene mando, porque no lo quiere, es él de verdad, o sea, un tipo errático de voz sin afeitar, un fuera de juego, un ama de casa, con toda la autoridad en la barba y eso que antes se llamaba mucha vida interior, y que ahora consiste en tomar o no tomar una pastilla que dice el médico que te hace falta.

Cuando se emplea a fondo, Hidalgo puede ser deslumbrante, pero lleva una temporada en que prefiere transitar entre las cosas sin apenas rozarlas, o confiar en la improvisación imaginativa, que siempre da algo y siempre es peligrosa. Mallarmé y Dante Gabriel Rosetti hacían unas improvisaciones muy bien pensadas. Me parece admirable aquella decisión manuelina de no volver a encerrarse en un periódico ni en una oficina ni en una cárcel, a fin de aprovechar en libertad la segunda mitad de su vida. ése es el salto que debiera pegar todo hombre en determinado momento. Yo que él, no sólo me habría ido del periódico, pero de la vida literaria, de las tertulias y de la vida basura del escritor. No sé si hemos insistido bastante en el talento crítico de Manuel Hidalgo, pero esto hay que matizarlo con una reflexión sobre su talento autocrítico, que generalmente no ejerce: un glosador de antaño diría que éste sostenella y no enmendalla le viene de Navarra, según una filosofía geográfica y pintoresca que funcionó en el XIX. A uno le parece que Hidalgo está muy completo así, que es como le quieren sus madres vascas, sus musas navarras y sus novias.