Image: Olvidar a Dalí

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Opinión

Olvidar a Dalí

12 diciembre, 2001 01:00

"La persistencia de la memoria", de Dalí (1931)

La obra de Dalí está mostrando solidez y liquidez suficientes como para perdurar más allá de la consigna "olvidar a Dalí". En puridad, lo que se rechazaba de Dalí era el surrealismo, porque el surrealismo fue el manantío más poderoso del siglo XX

DICIEMBRE. LUNES, 1
Cuando murió Salvador Dalí todos pensábamos que su destino era el olvido rápido. Que Dalí se sostenía a sí mismo y sostenía personalmente su obra. Me incluyo en el plural, pero yo no era de esos. Ni yo ni Tierno Galván. Cuando Tierno decidió dedicarle una plaza al pintor en Madrid, se fue a Cataluña a pedirle personalmente un diseño para centrar la plaza con una escultura de Dalí. éste diseñó un homenaje a Newton. Tierno encontró a Dalí leyendo un libro de matemáticas, que le apasionaban, postrado en la cama y con esa elegancia última del hombre que va a morir tranquilo. El artista ordenó a Tierno que se arrodillase a la orilla de la cama y le dio su bendición. Tierno besó a Dalí en la frente. Eran dos litúrgicos. Eran dos barrocos. Tenían que entenderse.

Efectivamente, la Plaza de Dalí no tiene mucha popularidad en Madrid porque está rodeada de grandes superficies, porque nadie sabe quién es ese señor de la manzanita, o sea, Newton, y sobre todo porque Tierno murió y sus seguidores se ocuparon escandalosamente de enterrarle cuando ya estaba enterrado. Parece que Dalí iba a tener un destino semejante, pero lo cierto es que sus cuadros se cotizan cada día más en el mundo, y esto pese a la invasión de plagios e imitaciones que ha enturbiado su obra. Quiere decirse que el pintor, con su show personal, es ya un repertorio de anécdotas olvidadas, aunque yo no olvidaré la tarde en que vi al pintor paseando por la gran rotonda del Palace con un tigre.

La obra de Dalí está mostrando solidez y liquidez suficientes como para perdurar más allá de la consigna "olvidar a Dalí". En puridad, lo que se rechazaba de Dalí era el surrealismo, porque el surrealismo fue el manantío más poderoso del siglo XX, con padres como Freud y Jöng. El surrealismo vino a poner en cuestión la realidad de las cosas, la solidez de los objetos, la verdad de las ideas, y esta crítica general con todo no se le ha perdonado a una escuela que era mucho más que una escuela, y con estrellas como Dalí o Magritte. Lo más peligroso del surrealismo está en la literatura, pero no sólo en la literatura escrita sino mayormente en la pintada. Dalí, Magritte y Delvaux pintan ideas, pintan poemas antes que cosas, y la pintura literaria estaba ya condenada. Pero esto en ellos no era un recurso sino una hibridación del pensamiento y la imagen que permite llegar a hallazgos intelectuales como "la paranoia crítica" de Dalí.

Sus relojes blandos no quieren acudir a la fácil metáfora einsteniana del tiempo relativo que se estira y encoge. Sólo quieren poner en duda la realidad de los objetos, que son más perdurables que las personas, y la prueba es que todo abuelo dejó un reloj de oro que seguimos usan- do mientras el legatorio se pudre en un camposanto. Ese hombre de Magritte que está al mismo tiempo dentro y fuera de la casa, como la casa está dentro y fuera de él. O esa cabeza femenina de academia de Bellas Artes con un brote de sangre en la sien agredida. Quiero significar que la pintura surrealista entra a saco en la literatura y entonces es cuando el surrealismo se hace peligroso, con sus mujeres/pájaro y sus Cristos pelados, porque se trata de una dialéctica nueva -una más- que va a poner en duda la realidad del mundo y la continuidad de nuestra vida.

Digamos que la inspiración de Dalí es la más literaria entre los pintores y también la más interrogativa. Rehace un mundo pompier para luego deshacerlo geométricamente y que todos veamos que el mundo jamás ha pasado de pompier y que además está sometido a la geometría del cuchillo y la tarta cortada en pedazos familiares y simétricos. El surrealismo literario está en Breton como el surrealismo musical está en Erik Satie. Pero el surrealismo más peligroso para la integridad de las cosas y para nuestra integridad es el surrealismo pictórico, donde se vuelve a crear el mundo, pero un mundo gelatinoso e incierto como realmente es. De olvidar a Dalí, nada. Llevamos muchos años levantando la piel del agua para ver el perro dormido a la sombra del mar, que además es un perro descaradamente plagiado de Velázquez, con lo que se completa la blasfemia de un mar con esquinas y un agua con piel. Es dudoso que el siglo XXI vaya a alumbrar otro surrealismo (habrá que preguntarle a Rosina Gómez Baeza), de modo que vamos a ser caóticos y de materia meliflua, como nos vieran aquellos grandes malos pintores del surrealismo, pero además sin una escuela pictórica que nos justifique y nos salve. Dalí se aburre en su plaza y el mundo sólo es gravedad, como le dice Newton, pero no gravidez, como nos dice el Papa.