Opinión

“Oh... rimembranza!”

16 enero, 2002 01:00

"Oh recuerdos!", así reza una de las más bellas frases de la historia belcantista en Norma, y sigue: "yo fui así seducida". Volvió a mi memoria en el regreso de Montserrat Caballé, al sentir en la piel la fuerza de un timbre bello y dulce como pocos, frases larguísimas de un solo fiato y en unos pianos que son capaces de sobrepasar cualquier foso orquestal. Montserrat Caballé volvía por sus fueros en la que es sunueva y probable última etapa canora.

Triunfó en toda regla y no fue fácil. La mayor parte del auditorio no la había escuchado en su época gloriosa, sino que tenían referencias recientes y bastante lights. "¿Qué nos va a contar una señora de casi setenta años?", decían algunos emails llegados al teatro. Los que la admiramos desde los sesenta estábamos desosegados. Pero Montserrat tranquilizó a unos y mostró a otros las razones de su nombre en el firmamento lírico. La última de las grandes. Caruso o Callas no fueron los mejores cantantes de la historia, pero lograron convertirse en mitos. Caballé también lo ha conseguido.

Y su triunfo es una lección para muchos. Al escuchar frases de Catalina de Aragón a Ana Bolena como "Dios te guíe en tu camino", se podían traspasar situaciones. ¿No sería acaso un deseo de Caballé para todos los jóvenes cantantes, cada vez más explotados por teatros, directores y agentes? En otro momento, exclama: "Tuyo es el momento, pero la eternidad es mía". ¡Qué gran verdad para muchos de los valores que hoy cotizan! Y también es lección para políticos a quienes les falla lo último que debería: la previsión. A la reaparición en los cuarenta años de carrera de uno de nuestros más grandes símbolos culturales vivientes no acudió más que el consejero de cultura de la Generalitat. Ni el alcalde, ni Pujol ni del Castillo. No me choca su gran proclamación, con aires de Bolenas callianas, "Apelo a la posteridad". Afortunadamente no lo necesitó: triunfó hoy y aquí.

Cuando el director Thomas Schippers agonizaba pidió a su querido Menotti que le tocara al piano el intermedio de Manon Lescaut, que tanto había significado en su vida. Si hay ocasión, cuando yo agonice, pediré que me pongan el "Ave María" de Montserrat y me uniré a ella para musitar su última palabra: "Amén". Gracias, Montserrat.