Image: Gaudí

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Opinión

Gaudí

3 abril, 2002 02:00

Detalle de una reja de "La Pedredra"

Gaudí imagina la geometría solar de una ciudad armoniosa y alegrísima, otro planeta en éste. A lo suyo lo llamaron Modernismo y Modernismo es, que no postmodernismo, ni postmodernidad

Ciudades de Gaudí, cuarteles blancos, soñadas fortalezas que se abren como flores indostánicas, cual serpientes de piedra con ojos de un metal bello y profundo, ciudades de Gaudí, qué Oriente claro, con un parque guardándose en el sexo como una sucesión de ciudadelas. Ciudades de Gaudí, pedreras blancas, un bienestar del tiempo en lentas olas y unas mitologías de chimeneas que traen antigöedades desde el mundo, cuando la arquitec- tura era una rosa abriéndose en mil dioses muy paganos.

Ciudades de Gaudí, gótico hiriente, la sagrada familia de la música sonando en el armónium de las torres como un cielo lentísimo que baja. Ah el copo similar de tanta mística, la fe girando casi eternamente en torno de unas torres que son voz. Mitología de las chimeneas, son bustos orientales que nos miran, largos cuellos de piedra de culebra y bocas que modulan canto y muerte arriba de este cielo, en la ciudad. En la ciudad de ojivas como siglos que son una Edad Media cada una, ah gótico claustral, ah claustral tiempo, tiene la duración forma de ojiva, tiene la catedral manos de música.

Se ha dicho de Gaudí que era un artista religioso, casi un místico, pero en todo caso era un hombre de la época en que los tranvías atropellaban a los santos y les daban martirio. Nada místico en el sexo mediterráneo de la Muralla China occidental, sino una primavera de ladrillos de oro, una sucesión de límpidos cuarteles por donde el sol milita como un dios. A lo suyo lo llamaron Modernismo y Modernismo es, que no postmodernismo ni postmodernidad.

Hay una raza de creadores que no nos aportan versos ni manzanas frescas, sino que nos aportan ciudades enteras, civilizaciones nacidas de un juego entre la imaginación, la memoria y la historia desmemoriada. Este juego empieza en la Biblia y llega hasta Borges, pasando por Saint-John Perse. Aquí tenemos apuntado que la superioridad de Perse sobre Borges está en que el argentino parte de la historia recordada mientras que el francés antillano parte de la historia olvidada. La poesía de uno nace de la memoria y la del otro, Perse, del olvido. Por eso Perse es mayor y más poeta que Borges.

Y aquí tenemos a Gaudí, otro fabuloso creador de civilizaciones, fabuloso fabulador, inventor de planetas poéticos que nada tienen que ver con la ciencia-ficción sino con la poesía-ficción, en todo caso. El Modernismo fue futurismo en cuanto que anticipó la creación por la música, el diálogo por la poesía, la jardinería por el desnudo. La Biblia, como digo, inventa y miente culturas, ciudades de sal, cielos de fuego, pero todo lo hace con intención moralizadora y esto le quita cualquier validez estética. Gaudí, aunque se creía muy devoto, lo que imagina es la geometría solar de una ciudad armoniosa y alegrísima, otro planeta en éste. Es el gran poeta modernista a quien luego secundan los poetas en verso.

No se le puede hacer justicia a Gaudí en un mundo levítico y moralista. Su misticismo es una anécdota equivocada. La Sagrada Familia es un gótico tardío que intelectualiza y mejora todos los anteriores. Escasos son en la cultura los creadores de ciudades, después de los profetas. Gaudí no era profeta de nada sino del sol mediterráneo que tenemos delante y frente al cual levantamos desmejoradas ciudades. Gran urbanista de los cielos, el genio catalán reúne unos cuantos cristales de colores, como los pisapapeles de su contemporánea Colette, bellamente glosados por Truman Capote; encaja los cristales en la gentil parafina de la cal y le da a todo ello un dibujo de jardín chino que en nada se parece a los jardines chinos. El poder creador de Gaudí es inmenso y limitado a sus utopías de hormigón y luz. A partir de un guijarro de luz, de un vidrio verde, crea una civilización con sus jardines y sus monstruos.