Marilyn Monroe
Por el camino de Umbral
24 abril, 2002 02:00Andy Warhol, "Marilyn" (1964)
Es alfalfa rubia para el pueblo americano, es la cosecha sonriente de toda la vida, es, fue sexo adolescente y democrático para las generaciones. M.M. simboliza el cine en mujer como Bogart lo simboliza en hombre, pero además ella es la imagen dorada y duradera de la América que se quiere eterna y eternamente feliz y joven. Marilyn Monroe no está ahí porque fuese más guapa o más actriz que otras, sino porque tiene acuñación de símbolo y un día podría ocupar el puesto de la Estatua de la Libertad sin otra antorcha que la llama pálida y viva de su pelo.Todo imperio ha necesitado siempre unos símbolos para expresarse, símbolos que el tiempo ha hecho milagrosos o ilegibles. Pero una de las cualidades del símbolo es, paradójicamente, la sencillez. El símbolo arcaico o remoto se vuelve complicado de leer para nosotros, pero en su tiempo fue fácil, elemental, vividero, porque estaba destinado a todo un país o todo un mundo y su eficacia residía en la facilidad de su lectura. Así, las pirámides de Egipto, sintéticas, la loba romana o el románico español. Incluso diríamos, bajando de la categoría a la anécdota, que el Oscar de Hollywood es un modelo de esquematismo significativo.
Por todo esto, por su elementalidad personal, por la fácil lectura de su belleza, que entra por los ojos, y lo digo así porque a ella le va bien la frase hecha, por todo esto, insisto, Marilyn es el mito y símbolo de la América popular, cosa que nunca habrían podido ser la simbolista Greta Garbo ni la compleja Marlene Dietrich, europeas ambas para mayor imposibilidad. Ya vemos, pues, que la Monroe no está ahí gratuitamente sino que muchos factores contribuyen a seleccionarla, incluso la imagen literaria que Truman Capote nos dejó de ella.
Creo que Marilyn estuvo en alguna guerra cantando y bailando para los soldados americanos, pero ni siquiera era necesario eso. Marilyn, donde debía haberse quedado, como digo, es en el pedestal de la Estatua de la Libertad, y que el Congreso mandase a la Estatua a bailar en Vietnam. También Rita Hayworth atravesó cantando alguna batalla, pero está claro que la flaca de origen español no daba el tipo para mito de los Estados Unidos de América.
Marilyn permanece vigente como ninguna otra, contra el cambio de las modas y las costumbres. Hoy, en una película de ahora mismo, sería una gorda impresentable, cuando estamos viviendo un delirio entre la lírica y la anorexia. Pero tampoco eso importa. M.M., como digo, es la cebada de los sueños americanos, está entre los desnudos y los muertos, entre los ejércitos de la noche, y de ella se alimentan mayormente los perdedores del gran país, donde el cine ha acuñado ya el otro gran mito, el mito del perdedor, que explica la presencia de Bogart en esta mitología, como al principio hemos apuntado. El sol de cada mañana, blanco y rubio, recuerda a los madrugadores de Nevada o de Nueva York el cuerpo adolescente y maternal de aquella mujer que parecía darse a todos en cada sonrisa.
En mi querido siglo XX América encontró sus dos grandes medios de expresión: el periodismo y el cine. Y he aquí que el cine y el periodismo han generado toda una mitología de lo americano que a nosotros los europeos nos puede parecer elemental, pero también Roma era elemental para los griegos y los árabes. Marilyn Monroe es inevitable en una mitología del siglo XX, en un imaginario que todavía es el nuestro. Ella no era consciente de nada de esto, naturalmente, y ya se lo dijo a Capote cuando la pilló tiñéndose las raíces negras del pelo: "Pues claro que soy rubia natural, pero nadie es tan natural".