Dibujo de Ramón Gómez de la Serna. Museo ABC

Dibujo de Ramón Gómez de la Serna. Museo ABC

Opinión

Ramonerías

19 junio, 2002 02:00

Se celebra actualmente alguna fecha ramoniana, y lo dejo así, sin puntualizar más, porque esta precisa imprecisión le iba más a nuestro Ramón Gómez de la Serna, como se ve en sus biografías (las hizo por docenas) y era un maestro del género. Lo cierto es que el ramonismo y sus ramonerías, habiendo sido la gran urgencia literaria de España, hoy sólo nos llevan al olvido. Ramón vio en seguida esa cosa tan sencilla y tan profunda de que la metáfora es el origen de todas las escrituras, y ya no se movió del sitio. Hizo metáforas toda su vida y les dio el nombre de greguerías, que, más o menos, significa “confusión” en griego. La metáfora se diferencia de la greguería en que esta última es más terminada, se tuerce más sobre sí misma agotando las posibilidades y las sugerencias. Es como la diferencia que hay entre unos pendientes abiertos y unos pendientes cerrados. Ramón cierra siempre el pendiente, porque va catalogando las cosas y no le gusta verlas desorejadas. Como escritor barroco, consuma la voluta de su imagen y esto es lo que le diferencia del poeta.

La más fastuosa manigua intelectual que ha alumbrado el hombre es la palabra, la capacidad de nombrar y comunicar, y, sobre todo, la capacidad de crear nuevas realidades a partir de la realidad primera que nos presenta el lenguaje. Pero el lenguaje, cuando llega a su éxtasis, es pura metáfora. El poeta dice “unamuchacha de oro” y ya sabemos que se está refiriendo a una muchacha rubia o dorada por el sol. Pero al mismo tiempo ha creado una realidad nueva que no estaba en la naturaleza: la mujer de oro, que nada tiene que ver con la mujer de metal. La metáfora crea continuamente realidades inéditas, la metáfora origina el mundo y esto lo vio Ramón más y mejor que nadie. Aquí descubrimos la función real del lenguaje, que no es meramente funcional y comunicativa, sino multiplicadora y enriquecedora del mundo hasta hacer que el mundo no sea sino obra del hombre.

Ramón vio en seguida esa cosa tan sencilla y tan profunda de que la metáfora es el origen de todas las escrituras, y ya no se movió del sitio

Pero la literatura, o la mera escritura, se ha utilizado siempre como herramienta para el comercio de los hombres, como expresión de invenciones y novedades o noticias. ésa es la función secundaria del lenguaje, la puramente instrumental, que sirve también para hacer libros, pero libros no transmutados por la clave de la metáfora. Ramón vio esto muy pronto y no quiso moverse del sitio, como hemos dicho. Su hallazgo genial fue algo que estaba ahí, la metáfora o greguería. él lo expresa así: “La palabra no es una etimología sino un puro milagro”. Cree en el origen mágico de la escritura y no está dispuesto a hipotecarla en cartas comerciales o novelas chismosas. Vivió y escribió siempre dentro de la metáfora, y lo de greguería sólo le sirvió para exponer su mercancía.

Ramón cultiva todos los géneros, pero el género, en él, es lo mismo. Lo que importa es que ha encontrado una nueva veta de metáforas y la va a trabajar en un libro hasta agotarla. Su mundo preferido es, como hubiera dicho el poeta ruso, “el sagrado Egipto de las cosas”. Ramón era contemporáneo de aquel poeta y se hubieran comunicado muy bien, como dos numismáticos de la palabra. Las cosas, que se están tan quietas, según Juan Ramón Jiménez, en rea-lidad tienen una maravillosa capacidad de metamorfosearse, y por eso Ramón y algunos de su raza las frecuentan tanto. Poeta es el que sabe sacar de un azucena un cisne y de una chimenea un cuervo negro con toda la negritud de la noche que ya pasó.

Pero Ramón no se queda en las cosas, sino que su ramonismo le lleva a tratar igualmente a las personas, a cosificarlas, así, incluso a las personas sagradas, cuando dice que el murciélago es el Espíritu Santo del demonio. Esto explica el éxito de sus biografías largas y cortas: el que nos da un matiz nuevo del alma de Baudelaire o de Oscar Wilde cuando la pone bajo la luz de otra palabra, de un adjetivo remotísimo que viene a renovar la realidad con su relente de lejanías. Los hombres han malversado la metáfora, que Ramón llamó greguería para hacerla suya, y su abundante y proteica escritura en realidad es monótona, con la monotonía de la continua lucidez, porque él no quiso dar un paso hacia la prosa de los notarios y llenó cien volúmenes con la poesía de los puros. Es el mayor escritor español del siglo XX.