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Opinión

El ultraísmo

17 julio, 2003 02:00

Guillaume Apollinaire: Les oiseaux chantent avec les doigts (1916)

Todas las vanguardias nacen de Lautréamont y Apollinaire. La vanguardia madrileña se llamó ultraísmo y vivió bajo el beneficio de Gómez de la Serna. A Madrid venían a afluir las vanguardias montparnó de Morand, Cocteau, Pitigrilli...

Vicente Huidobro había venido de allá con este lema: "Poetas, no cantéis la rosa; hacedla florecer en el poema". Lo de Huidobro era creacionismo, que aquí se trocó en el ultraísmo de Borges y Gerardo Diego. Siglos más tarde les darían un Cervantes compartido. Todas las vanguardias nacen de Lautréamont y Apollinaire. La vanguardia madrileña se llamó ultraísmo y vivió bajo el beneficio de Ramón Gómez de la Serna. A Madrid venían a afluir las vanguardias montparnó de Morand, de Jean Cocteau, de Pitigrilli, de Bontempelli, etc. En realidad todas las vanguardias son una si las estudiamos bien y dejamos aparte el surrealismo.
Así, podríamos hacer dos bloques: Apollinaire y discipulaje.
André Breton y el surrealismo.

Estos dos bloques no son una mera división académica ni están separados sólo por los estilos o maneras de hacer. Podríamos decir que Apollinaire y sus vanguardias son diurnos, optimistas, juveniles, esperanzados, alegres y bohemios con una bohemia que llena las azoteas de París como un Montmartre ascendido a los cielos. Se trata de la vanguardia que cree en el futuro, en la paz venidera después de la Gran Guerra y en esa utopía de que el poeta ha venido a sustituir al príncipe en la república de todas las monarquías literarias y artísticas.

Esta vanguardia es diurna, sí, como el surrealismo es una vanguardia nocturna, judía, politicante y freudiana. La escuela de Breton se incardina en las montuosidades de la Historia y por eso dura siempre. Ha habido muchos surrealismos buenos y malos después de que Breton definiera lo que es surrealismo.

A Gerardo Diego lo conocí en el Casino de Valladolid cuando fue a dar una conferencia/concierto como él solía hacerlo. Los poetas aristócratas de la ciudad se lo llevaron a sus fincas a dormir. Pero antes estuvo largamente charlando en los soportales con nosotros, los jóvenes poetas que veíamos en él a todo el 27 renacido. Luego, ya en Madrid, frecuenté mucho la tertulia de Gerardo en el Gijón. Diez años tomando café con el último miembro de su gran generación. Decían que hablaba poco, pero a mí me enseñó muchas cosas. Así como surrealismo y vanguardia se diferencian en lo diurno/nocturno, podemos decir que se emparentan en la misma clave creacional y definitiva: la metáfora. La metáfora ha sido todo el lenguaje poético del siglo XX así como la música, el ritmo, la rima, fue el lenguaje de todo el XIX.

Lo que Apollinaire es a Francia lo es Ramón a España y América. Son los hombres/fuente que no cesan de manar metáforas en sus poe-mas. Gerardo domina también una línea clásica y muy sentida, pero lo que le convierte en un 27 puro es su acierto y asiduidad con la metáfora. Metafóricos fueron desde Ramón hasta González-Ruano. Ruano y Gerardo son dos 27 un poco esquinados. Cuando la guerra, toda la generación se va al exilio, salvo ellos dos. Gerardo se encontraba muy a gusto en la España católica, y Ruano, que reunía las condiciones cronológicas y creativas para estar en las famosas antologías, queda marginado por aristócrata, por falangista (que no lo era), por apolítico y porque pasó casi toda la contienda con los alemanes o con los italianos. César iba tan lejos en su apoliticismo que hasta los nazis le metieron en la cárcel, cosa que le sirvió para escribir su libro sobre el nazismo y su mejor poema, ultraísta por cierto: "La balada de Cherche Midi", claramente inspirada en "La balada de la cárcel de Reading", el famoso poema de Oscar Wilde. Dos obras maestras de dos pecadores malheridos de sentimiento, ya que nunca de resentimiento. Cuando murió Ruano, fines del 65, Gerardo y yo cogimos un taxi y nos fuimos al entierro. Había motoristas municipales con flores y plumeros. Acacia Uceta, poetisa gorda, lagrimeaba en una esquina. El pueblo lloraba a Ruano pero no sabía que había muerto también el ultraísmo. Gerardo quería mucho a César, pero nunca le metió en su antología.