Image: Una hermosa aventura cultural. 25 años de los Premios Príncipe de Asturias

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Opinión

Una hermosa aventura cultural. 25 años de los Premios Príncipe de Asturias

por Graciano García

7 abril, 2005 02:00

En la Fundación "La Caixa" de Gerona se puede ver una muestra de grabados, libros de artista y algunas esculturas de Max Ernst, figura clave del dadaísmo y el surrealismo. las obras, como esta de la imagen (El mar, 1957), proceden

Un año antes del nacimiento de nuestra Fundación, uno de mis mejores amigos me aconsejó que debería cuidar más mi imagen, porque no pocas personas cercanas a nosotros, y otras aún más, consideraban una locura la idea que estaba intentado llevar adelante de crear una institución que amparase unos premios que yo denominaba "Príncipe de Asturias". De aquella resistencia inicial, de aquel profundo escepticismo, a hoy, las cosas han cambiado totalmente.

Hace unos días, uno de los científicos más importantes de nuestro tiempo, el astrofísico británico Stephen Hawking, Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1989, declaraba en Cambridge que "fue un gran honor recibir el Premio Príncipe de Asturias, y aunque los premios no deberían afectar directamente a la vida académica, éste fue muy importante para mi reputación internacional". Unos meses antes, la UNESCO, en una declaración sin precedentes, reconocía a nuestros galardones su "extraordinaria aportación al patrimonio cultural de la Humanidad"; en aquellos días, una encuesta revelaba que más del 80% de los españoles los consideraba como un gran patrimonio cultural y moral de España ante el mundo, un porcentaje que en Asturias se desbordaba por encima del 90%. Y hasta un humilde coro de pescadores de la villa asturiana de Lastres comenzaba a cantar una cancionina cuyo estribillo lleva un mensaje tan sensible como hondo: "Son los Premios de una Asturias sin fronteras / son los Premios de una España de poetas / son los Premios para un mundo sin cadenas / que nuestro Príncipe entrega / con el corazón del alma".

El camino hecho hasta aquí no ha sido nada fácil, como lo revela el hecho de que la Fundación nació con un capital de once millones de pesetas, que venía a ser entonces el presupuesto de no pocos clubs de nuestra competición futbolística regional. Pero nacía con la discreta pero firme decisión de S.M. el Rey, a quien un ilustre asturiano, entonces Secretario General de Su Casa, el general Sabino Fernández Campo, le llevó la idea que yo le había explicado y que, contrariamente a muchos de nuestros paisanos, él había acogido con total entusiasmo. Y nacía también con el deseo de superar ese lastre histórico que ha bloqueado las mentes de tantas generaciones de españoles a lo largo de las últimas centurias, de que somos incapaces de realizar, cuando nos unimos, nuestros más ambiciosos sueños. La Fundación se creó en una España que, con la Constitución recientemente aprobada, quería cerrar viejas heridas y abrirse al futuro con la grandeza de su pasado y con esa virtud que Claudio Magris, otro de nuestros premiados, dice que es la más hermosa de todas, con una gran esperanza. Una Constitución que recuperaba la libertad perdida, que como don Quijote advirtió a Sancho es el mayor contento que pueden sentir los seres humanos.

Recuperaba también la Constitución para nuestra tierra, para Asturias, dos de sus más antiguas y fundamentales instituciones, el título de Príncipe de Asturias para el Heredero de la Corona y, por extensión, el de Principado para la Comunidad Autónoma. Y parecía invitarnos a los asturianos a poner esas dos antiguas instituciones a la altura de aquellos días de reconciliación y de unión de los españoles, desde la convicción de que el olvido de lo que hemos sido, de lo que han hecho nuestros mayores, nos empobrece a todos y que el progreso no consiste en renegar u olvidar el pasado, o en tergiversarlo, como desgraciadamente tantas veces ocurre, sino en utilizarlo de un modo creador. Quieren nuestros Premios, en fin, y por todo ello, fortalecer los vínculos entre el Príncipe y su Principado. Y como símbolo de este espíritu, reconocer a aquellas personas e instituciones que, en distintas actividades, dedican todo su esfuerzo, su inteligencia y voluntad a hacer una humanidad mejor. Quieren, también, extender internacionalmente la imagen de una Asturias y de una España preocupadas por el progreso de la cultura y de la ciencia y por el aliento a la concordia y la cooperación entre las personas y los países de la Tierra.

Es muy hermoso comprobar cómo lo ciudadanos de Asturias y otros venidos de toda España se unen cada año en las calles de Oviedo el día de la entrega de nuestros galardones para celebrar esos valores con entusiasmo y alegría. Algo que llamó extraordinariamente la atención de Isaac Rabin, quien, emocionado al sentir ese calor del pueblo en la capital del Principado cuando recibió el galardón de Cooperación Internacional en 1994, dijo que un país con esa sensibilidad, no puede temer al futuro. Nuestro camino no hubiera sido posible sin el apoyo y el compromiso de tantas personas que han hecho suyos nuestros sueños y la historia vivida de la Fundación, que algunas veces nos recuerda aquella idea de uno de mis poetas preferidos, el portugués Miguel Torga, que nos dejó escrito que la vida no vale nada sin milagros y que para que los haya es necesario que alguien crea en ellos. Darles las gracias de todo corazón y reconocer su esencial ayuda es uno de los objetivos de la celebración de nuestro XXV Aniversario, que comenzará el próximo día 12 de abril con una conferencia de Hawking en Oviedo, en un acto que presidirán los Príncipes de Asturias. Somos muy conscientes de que si tener una idea positiva es algo meritorio, no lo es menos que el verdadero mérito de su éxito es el de quienes tienen el valor de apoyarla y la alientan para hacerla realidad. Por eso, en estas horas de gratitud, va mi primer recuerdo para SS.MM. los Reyes, cuyo apoyo desde el momento fundacional a hoy nunca hemos dejado de sentir de una manera tan cercana como decisiva. Nuestro Príncipe, a partir sobre todo de su mayoría de edad, ha sido el auténtico líder de nuestra institución. Su dedicación a la Fundación y Su público compromiso con la institución que lleva Su nombre han sido una referencia imprescindible hasta ahora y, sobre todo, son la garantía de que nuestros más ambiciosos sueños serán realidad. No es el menor de ellos que nuestra generación entregue a la siguiente el inmenso patrimonio de que España tenga en el futuro los premios culturales y científicos más importantes del mundo. Don Felipe ha dicho en más de una ocasión que considera a los Premios y a la Fundación como una obra profundamente unida a su destino y, con palabras sugerentes y hermosas, expresó el año pasado su deseo de que en el futuro "nuestros Premios continúen siendo, como dice un bellísimo poema escrito en esta tierra, como un árbol que crezca en la esperanza, que aguante los relámpagos, que espante lejos la ventolera helada del tiempo; un árbol bajo cuya sombra podamos sentir las hojas nuevas después del invierno, las frutas primeras del verano y que guarde la memoria de aquello que admiramos. Un árbol que a partir de ahora contará también con el cuidado y la ayuda entregada de mi esposa Letizia, la Princesa de Asturias".

Con esas ilusiones, sin olvidar la entrega y la generosidad de los patronos y protectores de la institución, el trabajo de los jurados encargados de conceder los galardones y el decisivo apoyo de los medios de comunicación, tanto regionales como nacionales e internacionales, vamos hacia el futuro, convencidos de que los Premios Príncipe de Asturias, como dijo una personalidad inolvidable, son, tal vez, una de las más grandes y hermosas aventuras culturales de España ante el mundo.

[Graciano García es director de la Fundación Príncipe de Asturias]