Image: Más se perdió en Trafalgar

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Opinión

Más se perdió en Trafalgar

La papelera de Juan Palomo

22 septiembre, 2005 02:00

Fernando León, Pérez Reverte, Eduard Cortés y Michael Moore

Los premios Planeta y Torrevieja, más que guisados y envasados ya al vacío... Pérez-Reverte salta con su pluma sobre Kamen. Eduard Cortés contará La fabulosa historia de los Pelayo. Michael Moore, claro, contra la gestión de Bush en Nueva Orleans. A Juan Soriano los animales le hacen bueno. Y los dictadores como reliquia.

Me cuentan que ya están más que guisados y envasados al vacío los próximos premios Planeta (100 quilos de las antiguas pesetas) y Torrevieja (apenas 75), y que uno de los dos irá a manos de un consagrado, tras la mala experiencia en crítica y ventas del año pasado.

Como Alatriste en un lance de honor: así ha saltado Pérez-Reverte con su pluma sobre un Henry Kamen prepotente y chulesco. La cosa es que el historiador se atrevió a demostrar su ignorancia afirmando que en España sobre Trafalgar se habían publicado dos novelas y ningún libro de Historia, y remató la faena con una frase antológica: "se publicará algún buen libro, pero fuera de España". Y dijo más: que Trafalgar no es cosa de novelistas si son hispanos. Y Reverte, que por ahí tampoco, no ha dejado ni las raspas de don Enrique..

Aunque en los deseos del autor estaba que Fernando León dirigiera su best-seller La Fabulosa historia de los Pelayo, lo cierto es que Gonzalo García Pelayo se puede dar con un canto en los dientes, teniendo en cuenta que León de Aranoa sólo dirige sus propios guiones. Finalmente será el director Eduard Cortés, que tiene a punto de estreno Otros días vendrán, el encargado de llevar a la pantalla esta fascinante y verídica historia sobre una familia española que saltó la banca de los grandes casinos del mundo con una estrategia infalible. Ludópatas, abstenerse.

¿Fue usted becario, invitado o asistió a alguna de las actividades de la Fundación Juan March? Pues cuéntelo en testimonios@mail.march.es. Ahora que están a punto de celebrar sus primeros cincuenta años de existencia, los responsables de la Fundación, con Javier Gomá a la cabeza, quieren recuperar la memoria oral de lo vivido, historia cultural de España. Es el aperitivo de un programa cuajado de grandes nombres, como los reunidos en la exposición que abre sus puertas el 7 de octubre, con un cuadro de cada una de las exposiciones allí celebradas, de Bacon a Picasso, pasando por Cézanne, Chagall, Dalí, Degas, Gauguin, Giacometti, Mondrian, Matisse, Rothko...

Era inevitable: el incombustible Michael Moore planea un nuevo documental contra George Bush, atacando la gestión del gobierno estadounidense ante el Katrina. Menos mal que ha recaudado medio millón de dólares y 50 toneladas de comida para las víctimas, porque el azote del presidente americano sigue denunciando que hasta qué punto "nuestro país se encuentra en una situación vulnerable. Se acercan más huracanes, guerras y otras catástrofes, y una banda de holgazanes pagados de sí mismos continúan con el show".

Mientras, un póker de ases de la literatura hispanoamericana -Carlos Fuentes, Nélida Piñón, García Márquez y Tomás Eloy Martínez- se plantea, con "todos los que amamos esta ciudad y estamos en deuda con sus músicos, escritores y pintores", cómo ayudar a Nueva Orleans. Y como todo está escrito, uno de ellos, Fuentes , que ha admirado en el Festival de Berlín por su entereza ante sus tragedias personales, recuerda cómo una novela de Faulkner, El viejo, describe lo ocurrido. La ruptura de los diques del Misisipi, la gran inundación y la respuesta de hombres y mujeres que "hacen lo que tienen que hacer y lo hacen con lo que tienen para hacerlo".

Ya sabía yo que el pintor mexicano Juan Soriano, ese último premio Vélazquez al que el año próximo muchos podrán descubrir en el Reina Sofía, era un pájaro de cuenta. Al menos él los adora desde que siendo niño le enseñó a uno a a decir "Juanito pintor" en una premonitoria declaración de principios. Ahora confiesa que los animales le han hecho "ser bueno" y que su gato Gato fue su mejor crítico, porque se comía y rasgaba los trozos de pintura que no le gustaban. Y según Soriano tenía razón.

Hay que ver cómo les gustan las reliquias a los dictadores. Franco dormía con el brazo incorrupto de Santa Teresa, y Pinochet, quizá más culto, acaba de ser obligado a devolver el diario del general José Miguel Carrera, uno de los padres de la independencia de Chile. Resulta que en 1974 los herederos de Carrera lo donaron al Museo Histórico Nacional. Y desapareció. Como la espada de oro y brillantes del general O’Higgins, sustituida por una copia. Lo mejor es que el dictador, cuando le preguntaban por el Diario, reconocía que sí, que lo tenía en la mesilla. Sobre la espada, en cambio, que había ido a parar a su despacho, jamás contestó, aunque mandó otra copia dorada.