Opinión

De calle

27 octubre, 2005 02:00

Me llama un amigo. Me pregunta si estoy sentado. Sentado estoy, le contesto. "El Ayuntamiento de Oviedo acaba de aprobar los nombres de Emilio Sagi y Emilio Casares a sendas calles". Silencio. No sé que contestar. Me alegro por dos buenos amigos a quienes tengo en verdadero aprecio, aunque ellos no lo puedan saber. Por eso, por favor, no se me enfaden. Me pregunto si todas las grandes personalidades del pasado, reales o noveladas, tienen ya su calle. La Regenta, por ejemplo. Quizá tenga una estatua. Por cierto, ¡mira que tener una estatua y que se meen los perros en ella!

Cierto es que son dos personas significativas de Oviedo, pero los criterios para nombrar calles debían incluir al menos el que medie un cierto tiempo para valorar debidamente la trayectoria de cualquiera. Sólo quizá al final de una vida de alguien que haya hecho mucho por una ciudad debía llevar tal reconocimiento. Es el caso de Gabriel Sabau en San Lorenzo de El Escorial o el mío en Nuremberg. Pero ya se sabe, ahora antes Alonso que Nieto.

En el caos de los nombres caen hasta los más inteligentes. Que tampoco se me enfade otro buen amigo, pero ¿acaso no corremos el peligro de que el Teatro de El Escorial se acabe llamando Teatro Ruiz Gallardón? Decía Jesús Aguirre, duque consorte de Alba, que "tratar de poner orden en el caos es disfuncional" y yo no sé qué hago escribiendo de esto e intentándolo, además de amigos. Para variar.

Vivimos en el caos. Ya no se sabe qué es mejor, si llamar la atención por algo o pasar sin pena ni gloria. "Lo importante es que se hable, aunque sea mal" afirman los políticos. Y lo importante es que se toque Don Quijote, aunque cabalgue solo. La última La del Alba sería, extracto del oratorio de Halffter, se ha escuchado en Berlín sin coros para el "Y comamos y bebamos". ¡Ay que ver en lo que quedó el acuerdo entre el Real y la ópera de Barenboim! Y en ese Berlín cambian a Christian Thielemann por Renato Palumbo...

Otro caos, ¿cómo es posible que estuviese invitado en Italia a uno de los críticos de un periódico nacional para presenciar tres estrenos españoles y la reseña la realizase un segundo que, para colmo, tuvo que desplazarse y pagar cuatro aviones en tres días porque tampoco se quería perder Don Giovanni? Locos estamos o, bueno, están.