Opinión

2005: y después del Quijote, ¿qué?

29 diciembre, 2005 01:00

Fieles a su cita con los lectores, los críticos de El Cultural han vuelto a elegir lo mejor del año que termina. Un año marcado por la celebración del Quijote, y en el que la crisis del sector editorial se acentuó. En el arte y la música clásica se sucedieron las ampliaciones, los relevos y algunas decepciones. Nada destacado pareció suceder en el teatro, enfermo de atonía, ni en la ciencia. El cine, en cambio, disfrutó de películas españolas de calidad y se reconcilió con veteranos como Clint Eastwood o Ingmar Bergman, mientras se consolidaron nuevas voces independientes.

Crisis ha sido la palabra más repetida en el sector del libro a lo largo de 2005: crisis de lectores, de editoriales veteranas y de algunas novatas que aún no han encontrado su lugar y que eran sustuidas de inmediato por otras. Crisis de los libreros, prisioneros del libro de texto. La vida de los libros siguió acortándose y disminuyendo las tiradas. Mientras el ministerio lanzaba una nueva campaña a favor de la lectura, muchos echaban de menos la Ley del Libro, y una gestión más eficaz y coordinada con las distintas Comunidades Autónomas, dado que en muchos ámbitos el ministerio de Cultura carece de competencias. En general, las actuaciones culturales estuvieron lastradaspor pactos políticos, con consecuencias en ocasiones lamentables.

Por lo que a la creación se refiere, hay que destacar la incorporación del poeta Carlos Marzal a la novela con un texto deslumbrante, la conclusión de la monumental trilogía de Ramiro Pinilla (Verdes valles, colinas rojas) y el reconocimiento de Los girasoles ciegos, cuatro narraciones cortas reunidas en 2004 por Alberto Méndez y galardonadas con el premio de la Crítica y el Nacional de Narrativa. En el ensayo, más prisionero que nunca de las efemérides, se multiplicaron los libros sobre la II guerra mundial (60 años), Franco (30 años de su muerte), la Transición o Trafalgar (200 años), pero también se publicaron ensayos de y sobre filosofía de auténtico mérito, como los de Eugenio Trías o Manuel Cruz. En cuanto a los premios, el Nobel reconoció el teatro de Pinter el mismo año en que el dramaturgo inglés anunciaba su retirada.

En el terreno del arte se ha mantenido la inexistencia de políticas artísticas que vayan más allá de hacer política utilizando el arte. Seguimos viendo cómo se inauguran grandes contenedores y se anuncian otros, y cómo se abandona a su suerte a centros, profesionales y artistas. Se continúa haciendo caso omiso de la opinión de los expertos en el nombramiento de directores de museos y de miembros de patronato, con algún viso de mejores modos, como los prometidos por el MNAC, a años luz de lo ocurrido en el CGAC. El revulsivo fue la publicación del muy contestado Plan Museológico del MNCARS, que ha tenido la virtud de poner en pie de guerra a los colectivos que integran la comunidad artística.

Pero no todo ha sido negativo. Dos españolas triunfaron en Venecia: Rosa Martínez y María de Corral comisariaron la esperadísima Bienal que ha recogido elogios de toda la prensa internacional. También este año conocimos al que será el nuevo conservador jefe del Museo Thyssen-Bornemisza: Guillermo Solana sustituyó a Timás Llorens. Un acierto para la continuidad de la política de la institución. El anunciado relevo en ARCO se ha producido recientemente: Lourdes Fernández sustituirá a Rosina Gómez Baeza al frente de la feria. Acreditada como directora de la Manifesta en San Sebastián y de la galería DV en la misma ciudad, tiene ante sí la tarea de mantener e incrementar el prestigio de la feria en el extranjero: hoy por hoy es nuestra mejor baza para la internacionalización del arte español.

El espectáculo teatral más ampliamente promocionado en 2005 fue Julio César, que trajo a Madrid a Ralph Fiennes; una coproducción carísima del Español de Madrid con varios teatros europeos dirigida por Deborah Warner. Habría que valorar si es rentable que un teatro municipal invierta tanto en una producción en la que la participación artística española ha sido nimia. Pero los teatro públicos madrileños, con la excepción de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, adolecen de un proyecto que marque sus objetivos. Cosa distinta ocurre en Barcelona, donde los teatros públicos -en especial el Teatro Nacional de Cataluña- tienen una política cultural precisa, que pasa por la difusión de la literatura dramática "nacional" y la promoción de la autoría contemporánea en catalán. En la capital el tejido empresarial es débil, con la excepción de aquellas productoras dedicadas al musical. En el terreno del teatro de texto, hay que decir que las obras de 2005 han ganado en factura y ambición, aunque no haya habido sorpresas. Y ha habido ocasiones con el aluvión de obras sobre el Quijote, entre las que ha brillado En un lugar de Manhattan, de Els Joglars, y el centenario de Mihura.

El cine internacional se ha congraciado este año con veteranos cineastas que apuestan por el clasicismo, como Clint Eastwood, Ingmar Bergman y Woody Allen, que han asombrado a la crítica más exigente con sus últimas películas, y también han sido merecedores del favor del público. En respuesta a ellos, las nuevas voces norteamericanas (Shari Springer, Robert Pulcini, Alexander Paye, Miranda July, Mike Mills...) han rescatado un sabor independiente y vanguardista, con ecos de los años 70, anunciando un verdadero relevo generacional (Entre copas, American Splendor, Tú, yo y todo lo demás...). En el terreno de los blockbusters, Peter Jackson, infatigable, ha demostrado al mundo que su sueño de resucitar a King Kong ha merecido la pena, tomando el relevo de Steven Spielberg como el rey de la acción dramática y las producciones a gran escala. El cine oriental, capitaneado este año por películas como Old Boy o Nadie sabe, sigue entrando tímidamente en el mercado occidental. El cine europeo mantiene su status, con un discurso poco cohesionado, hecho de grandes francotiradores como Haneke (vencedor en Cannes); mientras que en España varias películas de calidad han seducido al público (7 vírgenes, Princesas, Obaba...), y el género documental ha tomado la pantalla, regalando joyas fílmicas como El cielo gira, 20 años no es nada o El tren de la memoria.

En el mundo musical, el 2005 ha supuesto la inauguración de un nuevo transatlántico lírico, el Palau de les Arts valenciano. Habrá que echar mucha leña a su enorme caldera para mantenerlo. Ha sido un año relevante para la ONE, que parece haber encontrado un camino. Domingo dejó claro aún quién es quién, y Maazel y Barenboim hicieron su agosto en Valencia y Andalucía. Es obligado reseñar el gran paso dado en la comercialización a través de dvds por el Liceo y, en menor número, el Real. En cambio no ha resultado un buen año para Radio Clásica, con errores de bulto. Hubo también cumpleaños, 75 de Ritmo y 20 para Scherzo. La Scala colocó a Lissner; Peter Gelb tomó el relevo en el Metropolitan y Nagano aterrizó en Munich. Palumbo sucedió en Berlín a Thielemann y Mortier empezó sus temporadas en La Bastilla. Josep Caminal abandonó el Liceo tras una labor ya histórica, para ser sustituido por Rosa Cullell y Antonio Moral ocupó en el Real el lugar de Emilio Sagi. En Granada, Santander, Sevilla y otros lugares se han producido coacciones a compañeros de la profesión, resultando cada vez más difícil ejercer la información o la crítica independientes.

La ciencia no ha logrado en 2005 hitos importantes. Más bien ha sido un año que ha dado continuidad a los grandes avances, especialmente en genómica y en la conquista espacial. Las imágenes de Saturno, sus anillos y sus lunas que ha mandado la nave Cassini han ocupado las portadas de grandes medios y revistas especializadas como Science o Nature. La "era del genoma" sigue dando sus frutos. Otro aspecto importante que ha marcado este año ha sido el cambio climático, con consecuencias catastróficas. La Cumbre de Montreal a principios de este mes dejó un sabor agridulce sobre un problema que podría resultar irreversible a medio plazo. La salud mundial sigue pendiente de la gripe aviar. Su contagio entre humanos podría tener unas consecuencias imprevisibles. Y, finalmente, dos nombres de la ciencia española, Joan Massagué y Valentín Fuster, se comprometen con nuestros laboratorios, apostando por la investigación nacional.