Image: Don Javier Valenzuela

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Opinión

Don Javier Valenzuela

Sala Segunda de lo periodístico

31 mayo, 2007 02:00

Don Javier Valenzuela

Han sido vistas las diligencias seguidas contra Javier Valenzuela y ha sido probado y así se declara como:

HECHOS PROBADOS

Que D. Javier fue director general de Información Internacional en La Moncloa. ítem más: que en desempeño de su cargo acompañó a Zapatero en numerosos viajes internacionales y por eso ha escrito el libro titulado Viajando con ZP.

Que dicho libro es un reportaje al estilo norteamericano, con presentación de los hechos reales en forma de relato novelesco: "Era noche cerrada y hacía fresco", "Por la ventanilla del Airbus 310, ZP miraba con intensa concentración el luminoso y despejado cielo azul", etc. Como es de rigor, el detalle superfluo abunda: el Airbus 310, un Falcon 900, el helicóptero Superpuma, el Peugeot 406 del Parque Móvil, etc., aunque nunca el boli Bic, los folios El Galgo o la vajilla de Duralex. ítem más: que el libro va ilustrado con veintiséis fotografías, todas en color, excepto una en blanco y negro: la única en la que aparece Zapatero en un avión, sin corbata, leyendo. También son en blanco y negro y en avión las dos fotos de la portada y contraportada: hablando por teléfono en una; sin chaqueta ni corbata, de pie, en otra. Esas fotos las hemos visto mil veces: son de John F. Kennedy. El blanco y negro sólo pretende facilitar una asociación inmediata entre ZP y JFK.

Que dicho libro contiene una exposición sencilla y asequible de las concepciones de Zapatero sobre política internacional (y nacional, a menudo) y un retrato hagiográfico de Zapatero como político y persona.

FUNDAMENTOS DE DERECHO

Los hechos probados son constitutivos de un delito menos grave de delación y de un delito grave de anemia narrativa. D. Javier traduce una crónica de Financial Times: Zapatero, en un avión, "mira por la ventanilla, inmune al alboroto que le rodea, resoplando por sus mejillas [sic, ¿no sería por la boca? Y traduce a ojo, puesto que el posesivo ‘sus mejillas’ es absurdo: no iba a utilizar las mejillas de otro]. Enciende su primer cigarrillo del día". ¿En un avión? ¿El presidente se permite lo que nos prohíbe al resto de los españoles? ¿No debería acaso D. Javier guardar silencio cuando su jefe se salta la ley, mientras a los demás adultos nos obliga a vivir en una gigantesca guardería? Con igual cinismo, en las comidas de trabajo: "Schroeder enciende un habano; ZP, un LM light". Por razón de su cargo, D. Javier no podía en este libro revelar información de interés, y ha preferido resumir los hechos conocidos de forma didáctica y con claridad expositiva. La prosa de D. Javier, sin embargo, es entre pedestre e involuntariamente cómica: "El calendario se proyectó en mi cabeza" [¿en la frente, como un Cinexín?]; la retransmisión de la ejecución de Sadam le parece "espantosamente cutre"; "Tony Blair era un hombre estresado, muy estresado, y se le notaba un montón"; coloquial, ¿verdad? Lo mismo que: "Los chinos lo pillaron" (es decir: lo comprendieron) o "Tocarle las narices [al primer ministro de Marruecos] sólo hubiera servido para enturbiar las relaciones". Hay frases que son muy enigmáticas: Schroeder al parecer va "vestido, como es habitual entre los ejecutivos y altos funcionarios alemanes, con traje, camisa, corbata y zapatos de moda". Pues sí que son peculiares en Alemania: en el resto del mundo los "ejecutivos y altos funcionarios" jamás visten así, sino con chanclas, un delantal y boina o gorra de béisbol. D. Javier es muy libre de escribir una hagiografía de su ex jefe, pero la criminal anemia narrativa con la que la perpetra no sólo convierte el libro en ineficaz, sino en algo mucho peor: aburrido.

ACUERDO
Que debo condenar y condeno a D. Javier, como autor de un delito de delación, a la pena de compartir durante seis meses las comidas y cenas con la ministra Elena Salgado, sin alcohol ni tabaco, sólo con zumos, vitaminas, agua, acelgas y, como platos fuertes, pescado hervido y jamón de york.

Que debo condenar y condeno a D. Javier, como autor de un delito de anemia narrativa, a recorrer la península en autobús de línea y acompañado de su propia suegra, con el objeto de escribir de inmediato el apasionante best seller Viajando con mi suegra.

Así lo pronuncio, mando y firmo.