Arcadi Espada

Aturdido ante la violencia y la verdad del nuevo libro de Emmanuel Carrère, Una novela rusa (Anagrama), indago por la recepción que tuvo hace un año en la prensa francesa. Ojeo decepcionante. El amaneramiento convencional: chef d'oeuvre, bouleversant, etcétera. Llegan, incluso, a llamarle novela. Pierre Assouline, en su blog de "Le Monde", se muestra más convincente; pero incluso él se deja cegar por la débil bengalita de Carrère respecto al gran secreto del abuelo colaboracionista, el único señuelo con que se protege la más sobrecogedora procesión hacia el yo que he leído en mi vida. Se escriben grandes libros, valiosísimos, en nuestro tiempo. éste, que demuestra por qué la literatura es necesaria, y cuál es la autonomía insoslayable de su punto de vista, es uno de ellos. Por desgracia, a él y a otros tantos les falta un aparato crítico que los sitúe en el centro del mundo. Una crítica que no esté carcomida por la politesse, el amiguismo (o aún peor: el enemiguismo) o la brutalidad intelectual. Creo que nunca había visto una tal desproporción entre brújulas y destinos.