Opinión

Simios y apóstoles

Por Juan Bonilla

17 julio, 2009 02:00


Verano. Las Universidades convocan plazas para el nuevo curso, y cientos de aspirantes cargan con sus currículos: saben todos ellos que las plazas suelen convocarse con un nombre propio, y que incumplir ese requisito los deja sin opciones. Pero lo intentan. Miro el baremo de una de ellas (la Pablo de Olavide) y resulta que pesa más que el aspirante se ajuste a las necesidades de un departamento -que no se especifican- que las publicaciones, horas lectivas, cursos, másters, conferencias que figuren en su historial. Luego, habrá profesores universitarios que cuando hablen de los concursos literarios digan que están todos dados de antemano, que son una vergöenza, y bla bla bla. Así funciona casi todo entre nosotros: con el da lo mismo por delante. La excelencia ya es apenas una palabra que se utiliza en el tratamiento de las autoridades. Voy a una de esas colas. Pregunto por las esperanzas que mueven a los candidatos -a los que se les cobra unos treinta euros: humillación se llama esa figura. Son pocas. Saben que, por mucho currículo que tenga cada cual, les falta lo esencial: ser propietario del nombre propio para el que se ha convocado la plaza.