Image: Simios y apóstoles

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Opinión

Simios y apóstoles

Por Juan Bonilla

27 noviembre, 2009 01:00

Juan Bonilla

Durante años, los poetas españoles odiaron a JRJ. Castellet ni lo metió en una antología. Le afeaban que no se implicara en lo social. Y sin embargo, JRJ, en su exilio, daba lecciones calladas de compromiso. Rompió su contrato con Espasa al saber que la editorial se negaba a publicar a algunos exiliados. Cuando muchos de los antifascistas volvieron al ombligo del fascismo, él se mantuvo lejos, desoyendo las invitaciones de que volviese. Su fidelidad a la República duró lo que su vida. Y durante la guerra hizo cosas concretas, lo que estaba a su alcance: dio refugio y alimentos a una docena de huérfanos. Sin golpes de pecho. El tiempo pone las cosas en su sitio: se publica ahora Guerra en España, y es visible la indomable dignidad de JRJ, contra la mezquindad veleta de tantos otros -ay Ramón Gómez, ay Bergamín… Gil de Biedma tachaba a JRJ de poeta para damiselas. Quizá lo hacía en la misma tertulia en la que le dijo a Néstor Almendros, (que había huido de Cuba y denunciaba la persecución de homosexuales), que era un gusano y que lo mejor que podía hacer era irse de España porque un gusano anticastrista no iba a trabajar en Barcelona.