Opinión

El cachondeo

Portulanos

17 septiembre, 2010 02:00


Hace unos años empapelaron a un político andaluz por decir que en España la justicia es un cachondeo. No es que no lo fuera, es que es una de esas cosas que, aunque sean verdad, no se pueden decir. (Si se fijan, cada vez hay más de éstas en nuestra "nekrocracia"). Lo cierto es que, más o menos por aquellas fechas, ciertos jueces empezaron a frecuentar más las televisiones y los cursos de verano de las universidades que los propios juzgados. Había nacido el "juez estrella", concepto que funciona como prueba fehaciente de que la judicatura estaba transformándose en una rama del mundo del espectáculo.

Debe ser por eso por lo que tantos teatreros se pusieron de parte de Garzón en una polémica reciente: a los artistas les va el corporativismo. Dadas las circunstancias, era lógico que acabáramos llegando a lo que Ernesto Caballero denomina "la justicia de autor". Si hasta los toreros quieren registrar sus corridas (algunas) en la SGAE y los cocineros son ahora artistas de la restauración (expresión que hace suponer que cocinan con una peluca empolvada), ¿por qué no iban los jueces a exigir derechos de autor por sus sentencias? La fiesta de los jueces, que abre formidablemente la temporada del Canal, transforma el original de Von Kleist en una sátira implacable sobre ese intocable colectivo que, imitando a los otros poderes del Estado, cada vez se aleja más, en su soberbia, de la ciudadanía. Aunque, espera, esto no se puede decir, así que vayan ustedes a ver la obra antes de que a alguien se le ocurra tirar a patadas la puerta de los Teatros del Canal, según los métodos de la legendaria Ley Corcuera, y empapelen a toda la compañía...