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Opinión

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Por Agustín Fernández MalloVer todos los artículos de 'Ctrl+Alt+Supr'

1 octubre, 2010 02:00

Agustín Fernández Mallo


En una semana sonó 5 veces mi teléfono: desde una revista nacional me pedían que diera opinión sobre una huelga general. Me quedé flipado. Respondí siempre lo mismo: soy escritor de ficciones, es decir, me dedico a la simple, llana y modesta estética, no soy opinador político-social. Por responsabilidad, ¿cómo voy a opinar de algo tan serio si no tengo noción alguna de economía? Claramente, no habían leído mi obra, ni narrativa ni poética ni ensayística ni en prensa; de lo contrario ni se les hubiera ocurrido malgastar el dinero en una compañía telefónica. Entonces, ¿por qué me llamaban? Por pura y simple publicidad, necesitan nombres que más o menos suenen en el Mercado para legitimar las propuestas. ¿El clamor popular que me aseguraban que existía, no basta? Parece que no. Y de pronto la anécdota toma un dimensión muy interesante, digna de ser pensada: la publicidad profesional es denostada y se retira de las televisiones, al tiempo que otra se cuela en el tejido social en forma de opiniones no profesionalizadas. Lo anunció Ferlosio: Mientras no cambien los dioses, nada habrá cambiado.