Fernando Aramburu



Dominó la tarea de forjarse un carácter desagradable. Su afán por no ser conocido contribuyó a su fama en todo el mundo. Detestaba cualquier forma de publicidad. Entonces se ocultó. Con ello no hizo sino atraer sobre su persona la curiosidad insaciable de la gente. Los episodios desproporcionados de su vida son bastante comunes entre escritores. Lo expulsaron de colegios como a Cela. La guerra ahondó su perturbación, también la de Pound. Se aisló en un pueblo, con esposa a su servicio, como Arno Schmidt. Evitó la difusión fotográfica de su rostro como Thomas Pynchon. Adoptó una filosofía religiosa contraria al cultivo del ego como Tolstoi. Se asemeja a Rulfo en su negativa a publicar después de una novela y unos cuentos. Acaso, como tantos de su condición, persiguió fines para los cuales es superflua la cordura. Nos dio El guardián en el centeno. Lo demás es anécdota.