Si son ustedes aficionados a la lectura de las páginas científicas de los periódicos, como un servidor, se habrán dado cuenta de que en los últimos tiempos han aumentado exponencialmente las noticias relativas a la posibilidad real de vida extraterrestre y sus consecuencias. Esto es asombroso, ya que hasta hace muy poco semejante hipótesis se admitía por diversión en el circo de los ikerjiménez pero no en un debate serio. Ante tan sospechosa mudanza la cultura conspiranoica ha reaccionado, claro: unos llevan años defendiendo que los extraterrestres están ya aquí y que estaríamos ahora ante una forma escalonada de preparar al ciudadano antes de dar la noticia oficialmente; otros, más originales, afirman que lo que verdaderamente se prepara es un falso contacto, un espectáculo bien preparado (supongo que contratarán a los del Cirque du Soleil o a Robert Lepage para esto, así que ya lo veremos en algún Festival de Otoño en Invierno) que permita emplear el miedo resultante para esclavizar de una vez por todas a la ciudadanía.



El cine ha hablado mucho de los extraterrestres, pero el teatro no; hasta en eso estamos siempre fuera de moda. Sin embargo hay ejemplos: Julio Verne estrenó una comedia teatral muy tontorrona llamada Viaje a través de lo imposible en la que los protagonistas llegan al planeta Altor, donde unos alienígenas, por lo demás bien educados, casi les embalsaman... Las fabulosas Crónicas marcianas de Bradbury y han sido llevadas, mal, al teatro, y Gore Vidal tiene una obra titulada Visita a un pequeño planeta que es la versión extraterrestre y yanqui de La ciudad no es para mí. Dicen que dice Stephen Hawking que los extraterrestres pueden ser muy peligrosos y que dan miedo. Pues anda que él...