Fernando Aramburu



Ciertos intelectuales acompañan con su escritura los sucesos históricos más sobresalientes de su tiempo. Edgar Morin pertenece a dicha estirpe. París, su prosapia sefardí, la temprana pérdida de la madre, marcan su infancia. Participa en la Resistencia con apellido apócrifo que aún emplea. Ateo declarado, abraza la fe comunista; pero abjura de Stalin y es excomulgado. Dejó testimonio escrito de la penuria y los escombros de Alemania por los años iniciales de la posguerra. Se opuso públicamente al sometimiento colonial de Argelia, se opone a la política israelí en la confrontación perenne con los palestinos. Disconforme tenaz, Morin reflexiona para mejorar el mundo, acaso para contribuir a salvarlo si todavía queda tiempo. Su ideal: una sociedad educada, respetuosa de la naturaleza, libre de la calamitosa obsesión del crecimiento económico continuo. La UNESCO y el Ministerio de Educación francés le otorgaron el título de Pensador Planetario. Ahí es nada.