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Opinión

Ni hablar

Por Marta SanzVer todos los artículos de 'Ni hablar'

8 abril, 2011 02:00

Marta Sanz


Tras un desastre atómico, una nave aterriza para recopilar restos de una cultura aniquilada. Se encuentran con Los pilares de la tierra y una revista del corazón. Un extraterrestre, más intrépido que los demás, rompe la cortina de lluvia ácida y halla otro volumen: Escritos de un sonámbulo de Antón Patiño (Caballo de Troya).

En un mundo donde el conocimiento aísla, Patiño sabe, como Pessoa, que ver es haber visto. También los ojos y dientes del lobo disfrazado de abuelita de Caperucita son cada vez más grandes: para verte, para comerte mejor. Patiño nos recuerda que importa la cantidad de conocimiento, pero también su calidad. Que no es igual Kafka que Follet. Que el mundo existe -pese a las interferencias de sus simulacros- y existe la verdad: la reconstruimos a través de fragmentos que no son centrífugos ni veloces como el aburrimiento del zapping, sino que tienen un carácter centrípeto, crítico, emancipador. De la superposición conceptual de las imágenes, como en la poesía, surge un fogonazo de lucidez. El pintor, el poeta, el crítico no se dirige al lector en cuclillas como el profesor de alemán que quiere que sus alumnos se sientan "cómodos". Éste no es un libro que abone la cultura del consenso, sino una reivindicación libertaria de los empollones. Patiño amuebla nuestra biblioteca mental más allá de los remiendos de un mundo globalmente zafio y miniaturizado. Los extraterrestres no darán por fracasado su viaje.