Marta Sanz



Lourdes Ortiz -autora habitual de Planeta- saca un magnífico libro, Ojos de gato, en un sello muy respetable, Ediciones Irreverentes, pero que no es Planeta. ¿Por qué?, ¿por la exigencia literaria de la autora?, ¿por su compromiso?, ¿por elegir el relato, un género que no se considera vendible? Todo está conectado. Todo tiene explicación. Durante una charla, parte del público dice que los suplementos culturales siempre hablan mal de los best sellers. El prejuicio respecto a lo que fue la prensa cultural emborrona la percepción de lo que es: a Lourdes Ortiz, con su brillante trayectoria, le va a costar más conseguir una reseña -extensa, profunda- que a esos volúmenes que se venden en el no-lugar de las grandes superficies. Los escritores de "perfil literario" -un defecto, hoy- se quejan de que algunos suplementos confunden cantidad y calidad olvidando el panal de rica miel al que dos mil moscas acudieron o aquello de que las moscas se sienten atraídas por otra materia -interior, casi metafísica- que también empieza por eme pero no es miel. No se admite una autoridad estética que no se base en lo cuantitativo. El respeto se gana con el precio, con oscilaciones de la oferta y la demanda, con el impacto de la publicidad, con el que tiene más larga la cola-literalmente-. El público se jalea a sí mismo, creyéndose libre. Como en El traje nuevo del emperador. O como los que se hacen del Barça porque están cansados de perder.