Marta Sanz



Los colegios de médicos denuncian que los ajustes presupuestarios van a producir un deterioro en la calidad asistencial. El sistema sanitario público será sustituido por una medicina para ricos y una para pobres: confundiremos la libertad con el privilegio de unos pocos para elegir doctor -"Me pido a House!"- frente a la imposibilidad de muchos de recibir asistencia. Michael Moore denuncia esa perversión del significado de "ser libres" en Sicko.



Estoy viendo la reposición de Anatomía de Grey, una de esas producciones a las que acceden los consumidores televisivos que ni disfrutan de un canal de pago ni bajan adictivamente de internet otras series que revolucionan el arte de narrar. De este culebrón quirúrgico me impresiona su mezcla de vísceras abiertas en el quirófano y de médicos autistas en sus relaciones sentimentales: la lectura que una sociedad puritana hace sobre obscenidad y pudor, fuera y dentro, lo físico y lo psíquico. También me doy cuenta de hasta qué punto estas series son propagandísticas: del papel de EE.UU. en la guerra de Irak, de la pena de muerte y de una sanidad donde la presión para obtener beneficios practicando la medicina y la competitividad entre los médicos los convierte en los "mejores" frente al médico-funcionario público. Los dóciles televidentes deseamos que, si nos ataca un cáncer, nos lleven a Seattle que es donde Grey y sus amigos fabrican tráqueas a partir de un chicle y resucitan a los muertos. Yo los contemplo absorta sin lograr entender sus traumas. Tampoco me entiendo a mí misma cuando cada noche me quedo mirándolos con la boca abierta.