Fernando Aramburu



La llamada Guerra de la Independencia ha servido durante largo tiempo para fomentar sentimientos patrióticos en no pocos corazones españoles. El invasor francés contribuyó sin pretenderlo a reunir a la población española del centro y de los bordes alrededor de una común tarea nacional. La identificación con una sola bandera y con un mismo destino colectivo no volverá a darse en España. Desde entonces, salvo en el terreno deportivo, ¿cuándo ha podido ufanarse un ciudadano español de pertenecer a una nación que haya vencido, por ejemplo, a Francia? Hay como un tufillo a complejo de inferioridad en la glorificación de un lejano triunfo bélico por el cual se hubo de pagar un precio horrible. Los numerosos muertos, la destrucción de recursos económicos, la bancarrota del Estado, la merma del patrimonio cultural, la debilidad internacional del país y otras calamidades obligan a matizar el concepto de victoria.