Ignacio Echevarría



Días atrás estuvo en Barcelona Gerhard Steidl. Vino a inaugurar una exposición sobre su trabajo organizada en Círculo del Arte, donde suelen encontrarse sus libros. La exposición lleva por título "El arte de hacer libros con artistas: Steidl o la dimensión artesanal de la edición", y permanecerá abierta hasta el 23 de febrero. Si tienen oportunidad de visitarla, no se la pierdan.



Los libros de Steidl Verlag se acercan muchas veces a la perfección, y son a menudo asombrosos, por su concepción y su belleza. Aunque se financia sobre todo realizando sofisticados catálogos de moda (la colaboración entre Steidl y Karl Lagarfeld para Chanel se ha vuelto casi legendaria, y ha dado frutos exquisitos, entre ellos la bella tipografía especialmente diseñada para esta marca), Steild edita también libros de texto (Günther Grass se encuentra entre sus autores) y, sobre todo, de fotografía artística. En este campo no hay nadie que lo supere. Algunos de los mejores artistas y fotógrafos del mundo -entre ellos Robert Frank, Joel Sternfeld, Robert Adams, Ed Ruscha, Jim Dine, Jeff Wall- acuden devotamente a Göttingen, la ciudad donde Steidl tiene su sede, para encerrarse durante días con él y, en un severo régimen de aislamiento, idear libros que son ellos mismos obras de arte, no sólo por la insólita calidad de las reproducciones, sino también por su diseño, y por la excelencia de los materiales empleados.



De la forma de trabajar de Gerhard Steidl ofrece un interesante testimonio el documental How to Make a Book with Steidl, de Gereon Wtzel y Jörg Adolph (2010). Allí se ve a buena parte de los artistas durante sus sesiones de trabajo con Steidl. El documental muestra el rigor y el método con que estas sesiones son conducidas, y el ritmo casi milimetrado con que Steidl planifica sus jornadas, particularmente cuando trabaja en su propio feudo, en el centro de Göttingen, donde vive a pocos metros de las dependencias en que, arropado por un equipo de más de medio centenar de personas, diseña, compone, imprime y encuaderna sus libros, combinando los más exigentes criterios artesanales con la más puntera tecnología.



La mañana del pasado 24 de enero, el mismo día en que se inauguraba su exposición en Barcelona, Gerhard Steidl impartió en Círculo del Arte, a instancias de su director, Hans Meinke, una clase magistral a la que asistió un nutrido grupo de editores, diseñadores, directores de arte, fotógrafos, técnicos editoriales, etc. En compañía de todos ellos, Steidl hizo un recorrido por la exposición, comentando algunos detalles y exponiendo su filosofía de trabajo; atendió a los interrogantes, y aprovechó la ocasión para -como ya es corriente en él- hacer contundentes aseveraciones sobre el futuro del libro tradicional y las bazas con que cuenta para resistir los embates de la era digital.



Steidl es un apasionado defensor del libro impreso, y se lamenta de que no se aprovechen las estupendas condiciones que se dan en la actualidad para producir libros de excelente calidad con costes razonables. Convertido en un concienzado divulgador de su propio saber, trata de contagiarlo a los aprendices que recluta en distintos lugares del mundo.



Al escucharlo, la severidad con que expone sus ideas, el efecto casi intimidante que transmiten la frugalidad de sus propias costumbres y ademanes, su maniático perfeccionismo, la autoridad que está acostumbrado a ejercer -a veces tiránicamente, según él mismo confiesa-, son poco a poco transidas por un sutil sentido del humor, por la palpable veneración que profesa hacia el trabajo de los artistas con los que colabora y, sobre todo, por una inesperada sensualidad, que constituye el principal argumento de su defensa del libro tradicional y la clave de la pasión con que profesa su oficio.



Hay que ver a Steidl encomiar el olor de ciertos libros recién impresos (Lagarfeld y él han sacado un perfume inspirado en ese olor), describir el ruido que hace un buen papel cuando se pasan las páginas, o el efecto que puede transmitir un buen entelado. No sólo la vista, también el olfato, el oído y el tacto, insiste, participan en la experiencia de sostener entre manos un libro bien editado. Y dada la íntima relación que los sentidos guardan con la memoria, Steidl enfatiza la importancia que, en comparación con el libro digital, cobra el libro impreso como elemento insustituible no sólo para la conservación, sino también para el adecuado consumo de un patrimonio cultural que de otro modo parece condenado a una existencia cada vez más descarnada, errática, fantasmal.