Image: Mind the gap

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Opinión

"Mind the gap"

Por Agustín Fernández MalloVer todos los artículos de 'Ctrl+Alt+Supr'

22 marzo, 2013 01:00

Agustín Fernández Mallo


Seguro que recientemente ustedes lo habrán visto u oído en prensa digital o en televisión: una mujer de avanzada edad va cada día a la estación de metro londinense de Embankment, no toma el tren sino que se sienta a escuchar la voz que por megafonía cada cuatro minutos recuerda a los viajeros que tengan cuidado con el agujero existente entre el vagón y el andén, "mind the gap". Un día esa voz desaparece, la cambian por otra de timbre y tono más contemporáneo , y la mujer ya no vuelve. Se trata de la viuda del actor Laurence Oswald, quien años atrás grabara aquella voz. En efecto, el metro, como en su día lo fueron las pirámides de Egipto, es un laberinto subterráneo destinado a erigirse en necrópolis. A los británicos, desde siempre, les encanta la arqueología y el espiritismo.

La historia de la viuda de Oswald es tan buena, tan perfecta desde un punto de vista literario que dudas de si sería buena materia de ficción. Pero por el mismo motivo dudas de si no responderá a un mecanismo de inflación de la realidad.

En el canon estético Occidental, la ficción nos parece buena cuando se parece a la realidad. Y la realidad, cuando se parece a la ficción. Tal antisimetría hace que llevemos veintidós siglos enredados en aporías de toda clase en torno a lo que es la buena o mala literatura, el buen o mal teatro, el buen o mal videoarte, la buena o mala ciencia, etcétera.

La actividad creativa -pongamos la literaria-, es también un necrófilo e incesante deambular bajo tierra entre vivos y muertos, algo así como un juego de viudas de la realidad y viudos de la ficción, mientras lo que hay arriba, a ras de tierra, te recuerda a cada paso, "mind the gap".