Arcadi Espada



Esta película No. Trata del referéndum que perdió Pinochet, y que acabaría entregando el poder a Patricio Alwyn. La toma del Palacio de la Moneda, en Santiago, y la clausura de las anchas alamedas es uno de los iconos siniestros de mi generación. Es otro tópico aludir al blanco y negro, pero en efecto no veo entre mis grandes recuerdos algo tan blanco, tan negro, tan sucio y tan triste, empezando por los aviones que bombardeaban el palacio y acabando por las gafas negras de aquel Pinochet, uno de los malos de la vida más irrevocables. ¡Un hombre con unos ojos azules tan bonitos y dejándose fotografiar en esas condiciones atroces, fijando para siempre el santo y seña del fascismo militarote! La película de Pablo Larraín explica cómo los chilenos pasaron de ese blanco y negro al todo color. Describe, específicamente, cómo se organizó la campaña del No, a partir del enfrentamiento entre los que querían organizar una campaña negra y heroica y los que la querían coloreada y alegre. Esta última propuesta acabó ganando la partida interna. No sin que se produjeran agrias defecciones de los que consideraban que esa campaña era un insulto a los muertos. El No cantaba Chile, la alegría ya viene. Poco más. Pero bastó para que la sentimentalidad popular se inclinara de su lado. La gran inteligencia de los promotores fue hacer del No una campaña afirmativa. Pero la ausencia de épica y hasta de discurso merese una reflesión, que la película plantea como en un susurro no sea caso que alguien se ofenda. En efecto. Esa inquietante evidencia de que la CIA trajo la dictadura, pero que la democracia fue cosa de la Coca Cola.