Marta Sanz

Juan José Millás escribió El desorden de tu nombre y Pablo Martín Sánchez publica El anarquista que se llamaba como yo. El escritor Luis García Martín adopta como nombre artístico Luisgé Martín a causa de su homonimia con un poeta y crítico cuya correspondencia recibía -indiscreto asunto- y a mí las hijas de un novelista amigo me llaman martasanz. Así como suena. Lo dicen con tanta naturalidad que me represento mentalmente las letras de mi nombre en minúscula. Las niñas me llaman así porque su entorno está saturado de martas y ellas necesitan establecer diferencias. No saben que el mundo está lleno de martasances: una artista plástica -buenísima, vean su obra-, una periodista, una ginecóloga de Valladolid, una procuradora, una insigne matemática, una internista, una actriz porno también excelente en su oficio porque es capaz de hacer cosas inverosímiles para un ojo humano no entrenado...



Con los homónimos y heterónimos -Pessoa, Machado- nos enfrentamos a la cuestión de 'el otro' que siempre acaba en el ombligo negro del yo, yo, yo: la identidad, mise en abisme, se desdibuja por efecto de la fuerza centrífuga y centrípeta. Viajamos al interior de nosotros mismos a través de nuestras máscaras, nos despedazamos a través de las personas que no somos pero podríamos ser. El sonido del propio nombre se devalúa. No dice nada: no sé si la pudrición de los conceptos de fama y dignidad -incluso de vanidad y orgullo- hará de nosotros personas egoístas o pródigas. No sé si ahora más que nunca hay que defender a capa y espada el honor y el propio nombre. U olvidarse de él para siempre. Dejarlo correr. Quitarle importancia. Sumergirlo en la corriente, a veces tibia como el pis, a veces sabia y combativa, de la primera persona del plural.